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Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

 

Para nadie es un secreto. Muchos lo hablan entre dientes por miedo a las represalias de un bando o de otro. La disciplina famosa del PRI es de dientes para afuera, en estos momentos.

 

El priista común, el de a pie, sólo está de espectador. Viendo los toros desde la barrera, sabedor que lo único que puede hacer sin salir raspado, es precisamente, mirar.

 

¿Qué pasa en el PRI de Chihuahua?

 

Eso se preguntan los priistas sin grupo, esos cuyo corazón está en la capital del estado, en Juárez, Casas Grandes, Ojinaga, Janos, Camargo, Jiménez, Guachochi, Moris, Cuauhtémoc y tantos lugares de nuestra extensa geografía, ajenos al grupo dominante con origen en Parral y al retador con largas raíces en Delicias que llegan hasta Costa Rica pasando por Basúchil, Guerrero.

 

Los que se dicen las víctimas inocentes e impolutas de la dominancia parralense, afines al ex alcalde de Chihuahua y con lealtad a toda prueba al exgobernador Reyes Baeza, buscan desprestigiar, a como de lugar, a la administración a la que entregaron el poder en el año 2010. Para ellos, la culpa de todos los males tiene el mismo origen: César Duarte y todos afines.

 

En el bando contrario, el origen de todos los ataques a la actual administración tiene como origen las oficinas del FOVISSSTE, allá por Insurgentes Sur, en la Ciudad de México y los cuarteles guerrilleros de Marco Quezada en diversos frentes: el congreso del estado (encabezado por el fundamentalista Eloy García Tarín), la presidencia municipal (sobre todo en atención ciudadana donde se encuentra un ejército de guerrilleros listos a combatir a favor de la causa quezadista), en la sede del PRI municipal y  en el Palacio de Gobierno.

 

Para ambos bandos no hay medias tintas. No hay margen para el diálogo. Es una guerra sin cuartel que deja en la indefensión a los priístas sin grupo, esos leales que no saben para donde hacerse.

 

Siendo objetivos, estamos viendo a yihadistas de un lado y de otro, listos para combatirse a dos de tres caídas, con tal de imponer su verdad.

 

Lo cierto es que todo aquel que gobernó una ciudad, un estado, un país tiene como juez al tiempo. Ese que poco a poco va acomodando su obra y papel en la historia. Hubo aciertos pero también hubo yerros. Y hay que dar la cara por los dos. Pero el síndrome de Don Porfirio, para los exgobernantes, les dura toda su vida post-gobierno. Es natural que critique al sucesor cuando ya se percata que no tiene influencia en ningún asunto oficial y se enfurece cuando es ignorado por quien lo sucedió.

 

Para el exgobernante, todo lo que haga su relevo será insuficiente, mediocre y gris.

 

Hay quienes persiguen a sus adversarios de manera feroz, como lo hizo Pancho Barrio con cientos de priístas a pocos meses de lograr su jubilación o pensión, lo que derivó en muchos de ellos con su vejez hecha añicos y algunos hasta intentaron acabar con su vida. ¿De eso no ser acuerdan los panistas?

 

Patricio persiguió a los suyos. Era más pecado haber simpatizado con Artemio Iglesias en la interna priísta del 98 que haber votado por Ramón Galindo y así terminó con varias carreras políticas. ¿Se acordará el senador de aquello?

 

Reyes Baeza de la mano de su mentor, Mario Tarango, intentaron crucificar a Patricio por la vía de un juicio político. Quizás la lejanía entre el senado y el FOVISSSTE hacen que Reyes no se acuerde de ello.

 

César Duarte no persiguió a nadie. Para sorpresa de muchos, respetó e invitó a trabajar a muchos fieles reyesbaecistas a su administración; a algunos tetistas, canistas y hasta panistas. Hubo un leve veto contra una lista de “non gratos” seguidores de Teto Murguía pero nada grave, comparado con sus predecesores.

 

Duarte le tendió la mano al mandatario que le cedía su lugar: hizo compromisos con él y los respetó. Ejemplos como Cristian Rodallegas, Chuy Santana, Tavo Acosta, Mario Tarango, Adolfo Dittrich fueron protegidos y no perseguidos, como se esperaba, en un gesto de buena voluntad con Reyes Baeza.

 

No hubo intentos de juicio político, ni mucho menos. El trato al alcalde de la capital en turno, Marco Quezada, fue respetuoso y digno, a pesar de que este último no fue del todo recíproco con Duarte.

 

El paso del tiempo es cruel y hubo un rompimiento secreto, invisible que poco a poco tomó color y publicidad y desde la militancia tricolor comenzaron a lanzarle petardos a la imagen de Duarte con sus respectivas respuestas.

Y comenzó la guerra a plena luz del día con acusaciones de todo tipo y con mensajeros más diversos: los retos de Quezada en los medios, el tema de la deuda, la crítica constante a Javier Garfio, entre otros.

Ningún gobernante es perfecto. Tampoco los exgobernantes  En cada caso, cada cual tiene que entender su lugar y su tiempo. Naturalmente, esto casi nunca sucede.

 

El que se fue busca influir, controlar, mandar al que dejó en su lugar. Es una herencia que Plutarco Elías Calles dejó al sistema político mexicano. El sueño de todo exgobernante es lograr un maximato y evitar un Lázaro Cárdenas que los exilie.

 

Como hemos visto en líneas anteriores, podemos especular que el origen de la ruptura paulatina entre el régimen actual y el que dejó el Palacio de Gobierno hace cuatro años y la alcaldía capitalina hace casi uno, es precisamente que los que se fueron quieren seguir mandando, rompiendo la regla no escrita pero de oro del sistema político mexicano: el que se va, calladito se ve más bonito.

 

Ante este panorama, ¿a quién le conviene dividir al PRI? Ciertamente el PAN no es la respuesta. Este instituto político se encuentra más fragmentado que el PRI (y no debe de ser consuelo).

 

La respuesta, según la información aquí descrita que es pública y puede ser consultada en las hemerotecas, nos dice que la respuesta la podemos encontrar en el propio PRI.

 

Pero aquí lo que importa es su opinión: ¿Usted que cree?

 

ULITMALETRA

Fernando Villarreal debe estar más atento a lo que pasa en la dirección que encabeza: hay un grupo de gente que le jura lealtad en su cara pero a sus espaldas lo insultan y le juegan las contras. No tiene que buscar mucho, pues están más cerca de lo que se imagina. Primera llamada.

luisruben@plandevuelo.mx

4 Replies to “¿A quién le conviene dividir al PRI? Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez”

  1. No se acuerda como se conformaba la política del Estado con la mafia y la anti mafia en el PRI ? Saludos.

    No se acuerda como se manejaba la mafia y la anti mafia del PRI en elEstadp?

  2. Creo que el PRI está evolucionando, de ser un partido sin voz al interior, en el que se aceptaba sin ningún reclamo lo que «el primer priista del estado, o del país» dijera, a ser un partido de gente más pensante, con voz y por supuesto con voto al interior.

    Yo no veo estas declaraciones como división, si no como puntos de vista diferentes, en el que cada uno cree tener la razón. Creo que si se enfoca bien, podría salir fortalecido en lugar de ser dividido.

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