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Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Esta semana que concluye comenzó el año electoral, el primero para el Instituto Nacional Electoral. Con el proceso electoral más complejo de la historia de la joven democracia mexicana, por sus cada vez más limitadas reglas que mutilan al modelo de comunicación política, gracias a los parches caprichosos que piden los partidos perdedores desde la elección de 2006.

 

Sin bien, nuestra democracia es relativamente joven, también lo es nuestro modelo de comunicación política que no se acababa de definir por si mismo del todo, cuando llegaron las restricciones absurdas (unas, otras no tanto).

 

Así, que tendremos una campaña, bastante peculiar y ese es el reto para los hacedores de campaña.

 

Pronto tendremos candidatos y, a nivel nacional, ya se definen las estrategias comunicacionales de los partidos, para tratar de lograr penetrar en el corazón y mente de los electores mexicanos.

 

Siempre que hablamos de una campaña política pasada, hay un elemento común entre todos los postulantes: la exageración. No hay candidato que no la use y por ello la ciudadanía rechaza cada vez más a los políticos y sus campañas.

 

Y también a los gobernantes. Sin importar el partido, el ciudadano se cansa de sus exageraciones al momento de utilizar su sagrada docena de días para lanzar su campaña estelar de informe de resultados.

 

¿Por qué la exageración nos provoca ese rechazo?

 

Los seres humanos decodificamos los estímulos que vemos en cuestión de segundos. Ejemplo: cuando alguien nos miente, inconscientemente lo sabemos porque detectamos variaciones en su cambio de voz y gestos. Nuestro cerebro prende sus alertas, al detectar estos signos y sube la guardia.

 

Con la exageración pasa lo mismo. El cerebro tiene filtros para ella y la rechaza por ser información que traspasa los límitesde lo verdadero o razonable y siembra la semilla en el cerebro del elector del peor enemigo del candidato: la desconfianza.

Los candidatos, a través de los años, han abusado de la exageración en sus promesas de campaña: esas que suenan increíbles y nos venden la esperanza de un progreso inédito y un futuro ideal. Una vez en el poder, esas promesas desaparecen: El tren ligero de Juan Blanco; una cuidad sin oscuridad prometida por los tres últimos alcaldes, entre otras.

 

Así que en este proceso electoral venidero, el electorado estará más alerta de las promesas espectaculares.

 

Hoy la gente pide soluciones aterrizadas, terrenales que solucionen problemas de su micro universo y le den estabilidad en el macro.

 

Casi le aseguro, que quien exagere en sus promesas de campaña en el 2015, simplemente perderá.

 

El discurso político actual tiene que ser: concreto y medible, de otra manera el candidato perderá confianza y credibilidad.

 

Tal y como pasa con los infomerciales nocturnos que le prometen resultados mágicos para adelgazar en una semana, curarse de la alguna enfermedad, que le crezca pelo de inmediato, etc.

 

Usted sabe cuáles son las exageraciones cotidianas.

 

No se acostumbre a ellas. No se acostumbre al engaño.

 

Usted tiene el derecho exigir soluciones reales a problemas reales.

 

ULTIMALETRA

Quiero felicitar a dos buenos amigos que están entregando buenos resultados, tras su primer año de gobierno: El Dr. José Pilar Flores Martínez y el Lic. Miguel Antonio Carreón Rohana, alcaldes de Jiménez y Ojinaga respectivamente. Ambos han hecho un primer año de gobierno muy exitoso que los deja con el gran reto de autosuperarse el año venidero para beneficio de sus gobernados. ¡Felicidades!

luisruben@plandevuelo.mx

 

*El autor es consultor en imagen y comunicación política. Miembro de la American Association of Political Consultants (AAPC)

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