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La complicada vida después de ganar la copa

Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

La semana pasada abordamos algunos aspectos, desde el ángulo de la comunicación política, de los presidentes de Argentina y Francia, previos a la final de la copa del mundo, que se celebró en Qatar, el pasado 18 de diciembre. Recapitulo brevemente que, tanto para el mandatario francés Emmanuel Macron como para el argentino Alberto Fernández, los días previos a la gran final, los desgastó mucho. La decisión de acudir (o no) a la final, derivó en decisiones que resultaron polémicas y un reflejo del ánimo político que se vive en París y Buenos Aires.

La victoria es generosa cuando se obtiene y la derrota es cruel cuando se alcanza. En la primera, el confeti, la música y los colores son pura alegría; en contraste con la derrota: sin color, con lágrimas y dolor. Se piensa que la vida después de la victoria es más fácil y después de la derrota, se complica.

Esto último es lo que ha pasado con el presidente Emmanuel Macron. Como lo señalé la semana pasada, el reelecto mandatario galo, sufrió un desgaste político y mediático, tras anunciar su decisión de volar a Qatar para estar al lado del seleccionado francés, tanto en la semi final contra el equipo marroquí, como en la final contra el combinado argentino.

Macron viajó a Qatar en una la aeronave A330 presidencial y la compañía de un avión Falcon, que según datos del periodista Guerric Poncet de la revista Le Point, el costo de ambos viajes es el equivalente a 31 años de salario mínimo francés (501,000 euros).  Y no sólo eso: ambas aeronaves generaron 53 años de huella de carbono para un francés promedio. El reportaje la ha dado la vuelta a toda Europa y ha generado una gran polémica y más desgaste al presidente francés, quien, en 2017, asombraba al mundo con su campaña y posterior victoria, que lo convirtió en un rockstar de la política europea. 
 
Hoy Macron ya ejerce su segundo mandato y tiene una oposición de izquierda unida en su contra, la cual señaló a Macron y se opuso a que Macron fuera a Qatar por motivos explicados en mi editorial anterior. Como Les Bleus perdieron, la izquierda francesa está disparando sin piedad contra Macron en medios de comunicación. 
 
El reportaje que ha calentado París tiene como fuente la información proporcionada por el Tribunal de Cuentas y el Palacio del Elíseo (sede la presidencia francesa), así como los datos de viaje de los dos aviones implicados, como lo son el A330 y el Falcon 7X. Entre ellos destacan: los costos por hora de vuelo. 
 
En cifras más concretas, la oposición a Macron le echa en cara que se declara ambientalista y sus viajes innecesarios a la copa del mundo de Qatar dejó una huella de carbono de 480 toneladas de dióxido de carbono o, los antes mencionados, 53 años de la huella de carbono promedio de un francés. Para la oposición francesa, Macron se distrae con el fútbol en lugar de atender los problemas ambientales de la Francia contemporánea. 
 
Parece que, para Emmanuel Macron, esas críticas no le importan, pues fue un protagonista más de la gran final con mucha exposición a nivel mundial y quizás para él era un precio que se tenía que pagar. 
 
Ahora vamos hasta América del Sur, hasta Buenos Aires, la capital argentina que ha celebrado en grande la victoria de la albiceleste en Qatar. 
 
Muchos pensarían que para el presidente de la nación campeona mundial del fútbol, Alberto Fernández, serían días fabulosos, al disfrutar del embriagador triunfo, el cual no se obtenía desde que Maradona levantó la copa del mundo en el Estadio Azteca de la capital mexicana en 1986. Los días no han sido nada fabulosos para el mandatario argentino, quien ya es parte de la historia de las copas del mundo de la FIFA y no por una razón buena. 
 
Resulta que Alberto Fernández no tendrá la fotografía que sí tiene su homólogo francés: con la copa del mundo y el equipo francés que la ganó en el estadio Olímpico Luzhniki de Moscú hace cuatro años. 
 
Tras la gran hazaña de la mano de Lionel Messi, la tradición impuesta desde la primera copa del mundo en 1930 mandata que el equipo ganador sea recibido por su Jefe de Estado. Así, los presidentes brasileños Itamar Franco, Fernando Henrique Cardoso, João Goulart y Juscelino Kubitschek recibieron respectivamente a la verdeamarela que ganó los mundiales de 1958, 1962,1994 y 2002. 
 
El español José Luis Rodríguez Zapatero recibió a la Furia Roja triunfante en 2010, Angela Merkel visitó el vestidor del conjunto alemán justo después de ganar la final de Brasil 2014 contra Argentina, situación que previamente se había dado en Italia 1990, cuando los teutones derrotaron a los albicelestes por la mínima, por lo que fueron recibidos por Helmut Kohl. 
 
Hasta a algunos dictadores les han compartido la gloria que da ganar la copa del mundo, entre ellos están: el brasileño intolerante Emílio Garrastazu Médici, en 1970; el italiano cruel Benito Mussolini, en 1938; o el despiadado Jorge Rafael Videla, en 1978. 
 
El primer presidente argentino (después de la dictadura militar) Raúl Alfonsín recibió a Maradona y a los ganadores de México 1986. Treinta y seis años después, Argentina gana la copa del mundo y no fueron recibidos por el Jefe de Estado argentino. Y no porque no hubiera invitación, los jugadores de la albiceleste decidieron no posar junto a dirigentes políticos durante las celebraciones y no fueron a la Casa Rosada (sede de la presidencia argentina) como sí lo hicieron las selecciones campeones del mundo de 1978 y 1986 lideradas por Daniel Pasarella y Diego Armando Maradona. 
 
Algunas de las razones son: la situación económica argentina que ha empeorado desde que Alberto asumió la presidencia en diciembre de 2019 y el alto índice de desaprobación del mandatario argentido; previo a la copa de Qatar, la desaprobación a la gestión del peronista superaba el 60% y sólo era superado por el depuesto presidente peruano Pedro Castillo arriba del 70%. Hay que sumar la creciente polarización de una sociedad argentina altamente politizada. 
 
La vida política del presidente argentino se pensaría más fácil después del triunfo en Qatar, pero no fue así. Ni la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) ni los jugadores se quisieron prestar a ser usados políticamente, como fue utilizado el campeonato de 1978 y la organización de la copa de aquel año, por el temible Jorge Rafael Videla: no más al uso político del fútbol en Argentina (al menos por ahora). 
 
Así, tanto en Francia como en Argentina. La vida de ambos mandatarios ha sido más complicada en la derrota como en la victoria. 




SHOT DE ESPRESSO COMPOL

Murió el gran Pelé. El máximo futbolista de todos los tiempos y casi todas y todos los políticos mexicanos se han colgado de su muerte para obtener réditos políticos. Al parecer no han investigado lo sucedido con Macron y Fernández en sus respectivos países.

Luis Rubén Maldonado Alvídrez es consultor en comunicación e imagen política.
Ganador del Napolitan Victory Award 2021.
luisruben@plandevuelo.mx Twitter: @fruslero

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