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Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

En 2016, nuestro país celebrará elecciones en 14 estados; en 13 se habrá de renovar el poder ejecutivo. Una de esas entidades (Colima) se repite la elección tras su anulación hace unos meses.

 

Es una batalla en varios frentes. Primero, una batalla por el “hueso”. Ya que se disputarán mil 431 cargos con sueldos nada despreciables.

 

Para los partidos, es momento de refrendar su hegemonía, para opositores de retarla y arrebatar pedazos a la gran pizza del poder.

 

Mientras que para los que aspiran (en general) no es una lucha de causas o ideologías, es simplemente la oportunidad de obtener una muy buena chamba y pelearán por ello, con el canino estilo que famoso López Portillo.

 

Hay elecciones para gobernador en: Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas, Colima y nuestro Chihuahua.  Además, serán renovadas 977 presidencias municipales y 441 diputaciones locales.

 

Cada elección es distinta en el tiempo, espacio y circunstancia. Es la época en la que aparecen muchos “hacedores de milagros” con la fórmula mágica que funcionó en Chile o en Perú lista para aplicarla a algún estado o municipio, simplemente porque se la piratean de youtube.

 

Hay campañas memorables. Esas que no se olvidan, que inspiran y cómo las películas, hasta clásicas se vuelven. Esas son las menos. En general, los partidos hacen campañas viejas, malas copias de otros lados, rutinarias y mucho muy aburridas que simplemente no ocupan ni un milímetro de su mente hoy en día y mucho menos lo hicieron durante el proceso de elección del presidente municipal, gobernador o diputado.

 

Hagamos un ejercicio: ¿De cuál campaña se acuerda? De todos los tiempos y épocas, seguramente hay una que sí ocupa un lugar en su mente. ¿Cuál es?

 

Ante una clase política totalmente desacreditada y a la que no le creemos nada, la ciudadanía rechaza casi toda la información política, salvo los chismes o escándalos en los que se pueden ver envueltos los políticos. El chisme, pues, es más sabroso, pero en la generalidad viene a confirmar que todos los políticos son malos, corruptos, mentirosos…es decir ratifica el estereotipo que lo tiene en la lona de la opinión pública.

 

El chisme es poderoso por una sencilla razón. Porque el ser humano primero siente y luego piensa, es decir, se guía por emociones y juicios rápidos.

 

Aunque es una conclusión fundamental en la mercadotecnia política, la mayoría de los políticos desdeñan esto cuando son candidatos. Los candidatos en México y especialmente en Chihuahua han olvidado por completo esto en las últimas campañas.

 

Emociones son votos, a favor o en contra.

 

El candidato o candidata no es un producto. Es una persona con defectos y virtudes, de carne y hueso. Sin embargo, para lograr ganar un espacio en la mente del votante debe lograrlo a través de la construcción de marca, que comunique sus capacidades y virtudes personales para ocupar el cargo para que el cual ha sido postulado, los valores que le guían e inspiran, así como los elementos que darán vida a su imagen corporativa.

 

Una marca política que no emociona, no obtiene votos. Una marca comercial que no emociona, no vende sus productos.

 

Aunque en México la mayoría de los partidos ocupan sus esfuerzos en un 80% en aceitar su maquinaria electoral, descuidan y desdeñan a las áreas encargadas de la imagen y comunicación del candidato. No las consideran importantes bajo la premisa de que las elecciones se ganan con votos, no con spots de televisión, discursos, investigación o construcción de imagen pública.

 

Entonces se toman decisiones para construir la marca del candidato, a la mexicana, al “ahí se va”, sin darle importancia a construir una buena marca, que bien construida se traducirá en mayor votación.

 

Partidos como el PRI y el PAN, en Chihuahua, con un voto duro tan sólido, tendrían mejores resultados en 2016 si sus candidatos construyeran una marca política en sus candidatos a gobernador, que emocione al electorado.

 

La emoción en una campaña política no es solamente hacer sentir cosas bonitas, prometer poéticamente soluciones: la emoción política tiene que estar dirigida en lo individual al votante (hacerlo sentir especial porque se le está hablando a él o ella), tiene que conocer, comprender y entender los problemas de la gente.

 

La emoción es un elemento fundamental, también, para ganarse la confianza de la gente.

 

Una buena construcción de marca puede ayudar a incrementar la votación o a mantener la que ya se tiene.

 

Pero si la apuesta es seguir haciendo campañas aburridas, no esperen una respuesta distinta de los votantes, quienes se alejan de las urnas, también, por las malas campañas que han visto recientemente. Una campaña mala es el espejo del candidato, aún después de haber ganado o perdido la elección.

 

ULTIMALETRA

Una vez más, Alejandro González Iñárritu demuestra su talento como cineasta en la meca del cine. Sin duda será otro año lleno de premios para él.

luisruben@plandevuelo.mx

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