Desde el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en el verano de 2018, la comunicación política mexicana cambió; se oficializó el descrédito hacia los medios de comunicación «tradicionales» y líderes de opinión consolidados por la radio, televisión y medios impresos.
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Es una guerra que no era nueva en 2018, venía de 12 años atrás, cuando López Obrador compitió por la presidencia mexicana por primera vez. En aquella elección el resultado fue muy cerrado: medio punto porcentual separó a López Obrador de convertirse en el mexicano más importante; el panista Felipe Calderón se alzó con la victoria y, desde entonces, López Obrador confeccionó la narrativa del «fraude electoral» y convirtió, al entonces presidente electo, en su principal enemigo.
Con esa declaratoria, siguieron una serie de acciones de protesta en las calles de la Ciudad de México. El ecosistema mediático mexicano, en aquel entonces, era dominado por la televisión y con gran poderío de la radio y los medios impresos. Los dominantes, en su gran mayoría, no apoyaron a López Obrador y criticaron fuertemente sus acciones de protesta, así como su auto denominación como «presidente legítimo» de México y nombramiento de un gabinete «en la sombra» a la usanza inglesa.
Andrés Manuel derrotado anotó a todos aquellos medios de comunicación, periodistas, conductores, y líderes de opinión que no lo apoyaron y los hizo responsables de su derrota.
Así que, una vez que ganó la presidencia doce años después de aquella primer derrota, comenzó una guerra con todo el poder del Estado mexicano contra esos enemigos del ayer; en la política mexicana los agravios duran «sin cuenta de años», dice una popular expresión mexicana.
Sus conferencias de prensa matutinas fueron parte de su innovadora política de comunicación cuando fue jefe de gobierno (entre el año 2000 y 2005). Así que, no era ninguna novedad que las implementara como mandatario mexicano. Sin embargo, nadie imagino que construiría la más poderosa herramienta de comunicación política de la historia moderna de México.
Desde ese poderoso púlpito público López Obrador gobernaba y marcaba la agenda nacional. Construyó una especie de «Estrella de la Muerte» (como la que construye Darth Vader en Star Wars) que perdonaba vidas o las arruinaba. A donde apuntara su palabra López Obrador en la mañanera tenía un efecto poderoso: destructivo o de mandar instrucciones a sus legisladores y seguidores.
Así, comenzó a insultar a diferentes periodistas como Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola y una larga lista. Además de atacar directamente a medios de comunicación poderosos como el periódico impreso Reforma y una lista que creció cada día.
Para unos ha sido considerada como una venganza, pero si fue una guerra para debilitar la credibilidad de esos factores de poder y liderazgos de opinión que disputaban el dominio de la conversación pública, de la que López Obrador quería el monopolio. Y aunque casi lo logró, también debilitó la confianza en los medios de comunicación «tradicionales», de lideres de opinión y de marcas informativas emergentes como Latinus.
Fue tan grande el esfuerzo de López Obrador por imprimir desconfianza en el ecosistema mediático que el Digital News Report 2024 del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo arroja datos contundentes: La confianza en las noticias disminuyó 14 puntos porcentuales.
En el 2018 la confianza de las y los mexicanos en las noticias de los medios de comunicación era del 49% y para el verano de 2024 llegaba apenas al 35% como lo muestra la gráfica del estudio mencionado.
Los datos son duros y corroboran que la estrategia del expresidente mexicano funcionaron perfectamente, ¿por qué ha de cambiar la estrategia la actual presidenta Claudia Sheinbaum?
Esa desconfianza en las noticias que López Obrador sembró con éxito, también se refleja en los cambios en el consumo de información de los mexicanos. Conforme crece la desconfianza en las noticias, decrece el consumo de las mismas en medios impresos, así como en la televisión y el radio, según los datos del Digital News Report 2024. El consumo de noticias por la televisión en 2018 era del 62% mientras que en 2024 decreció al 39%.
Los medios impresos eran la fuente de noticias del 45% de las y los mexicanos en 2018; para este 2024 su consumo cayó al 18% siendo la fuente de información con la caída más grade. El entorno online completo (web + redes sociales) era la fuente principal de noticias para el 90% en 2018; ya en 2024 la caída fue hasta el 79%. Mientras que el consumo de información solamente en redes sociales, también tuvo una caída: del 71% en 2018 al 64% en 2024.
Así que, tras un sexenio completo, la estrategia de López Obrador como presidente de México arroja resultados esperados. Por un lado logró minar la confianza en los medios críticos a su gobierno, así como de líderes de opinión y periodistas. Mientras que por el otro, hizo que la gente consuma menos noticias en todos los escaparates, incluidas las redes sociales.
Para efectos de establecer un régimen hegemónico, estos resultados son oro puro para la presidenta Sheinbaum y su partido Morena. Como cabeza del proyecto político, Claudia Sheinbaum no va a atenuar la estrategia, su desempeño, hasta este momento, indica que la va a intensificar y comenzarán a aparecer nuevos liderazgos informativos, incluso nuevos medios de comunicación afines al partido en el poder; poco a poco irán desapareciendo de las pantallas, las páginas y de la radio todas esas voces disidentes a Morena.
Y todo pasará como hasta hoy: con aplausos casi unánimes.
Sobre el autor. Luis Rubén Maldonado Alvídrez. Consultor en comunicación política y periodista. Ganador del Napolitan Victory Awards en los años 2021 y 2024. Ha sido catedrático y consultor para gobiernos, legislaturas y candidatos desde el año 2007.