Quienes hayan tenido la dicha de leer “El amor, las mujeres y la muerte”, de  Arthur Schopenhauer, o incluso quienes sepan algo básico de genética o evolución de las especies, no habrán dejado de notar que los seres vivos buscan reproducirse junto a especímenes de su propia especie que tengan dos características básicas: apariencia de salud y geometría.

Por eso, los científicos insisten en que la mujer más guapa de la tierra es una sueca con un rostro absolutamente geométrico cuyas fotos tienen años dándole la vuelta al mundo. Así, el gusto por las mujeres voluptuosas y naturales se remonta a un tiempo tan pretérito como el paleolítico superior cuando ya se hacían esculturas como la famosa Venus de Willendorf, mujer con tetas gigantes y trasero prominente hallada a orillas del río Danubio.

El afán por ese tipo de mujeres es básico y casi instintivo entre los hombres, pues evidencia las ganas innatas de transmitir los genes a la siguiente generación con efectividad: grandes senos para amamantar, grandes caderas almacenar la grasa que igual servirá para la lactancia y para preservar la salud de los vástagos. Simple.

 

No importa que el prototipo de belleza de una época determinada sea estilizado, delgado y elegante.

Siempre la mayoría buscará más carne, más grasa y más naturalidad. Las voluptuosas naturales son el todo de este siglo en cuanto a preferencias mayoritarias.

Son muchas  las mujeres que con su abundancia y voluptuosidad han podido trascender en la industria del entretenimiento, dominada por las flacas, mujeres más reales que las protagonistas de las películas pero siempre menos que las que uno ve diariamente.

Cada quien tiene un estereotipo de belleza en la cabeza, pero contrario a lo que muchas damas piensan, las voluptuosas son las más populares en las preferencias de los caballeros.

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