Algo tienen de raro las campañas de este 2018 en México y lo he escuchado por igual de gente que se dedica a la política, compañeros consultores e incluso algunos candidatos, pero como en muchos otros tantos ámbitos de la vida, quien logre sacar la mejor raja política de este ambiente se llevará el triunfo el 1 de julio.

Quizá lo raro radique en el excesivo control de parte de las autoridades electorales en cuanto a reglamentación se refiere. Y es que hoy en día se necesita en cada campaña, además de una buena opción de candidat@, los estrategas y los recursos para la misma, un contador que lleve las cuentas de lo invertido (por no decir lo gastado), porque si se rebasa el tope de campaña se perderá la elección en la mesa y no en las urnas.

Estos límites también vuelven sensor al INE de elementos como la publicidad, los spots tienen que pasar por su autorización y la misma institución es la responsable de enviar a los diferentes medios de comunicación en todo el país, una agencia de medios se queda corta puesto que tiene que planear la cantidad exorbitante de spots en cada punto, y ya la magia de la repartición varía y depende de la estrategia de cada partido o coalición.

El control que se vive al interior de los partidos también resulta otro punto a analizar, en MORENA es claro que solo una voz se escucha y se procesa en consecuencia, mientras que en el partido oficial, se supondría tiene un peso el inquilino de Los Pinos, y que el candidato presidencial debe decidir la otra parte que le queda en ese espectro de responsabilidades (pero todo hace indicar que al interior hay muchas voces que también se escuchan).

En las entidades donde existe campaña para gobernador de igual forma hay un universo donde las condiciones son particulares, las competiciones varían, en algunos lugares es el PAN contra el PRI, en otras el PAN contra Morena, y en otras MC es quien puntea. Y en las entidades donde solamente hay proceso federal, esto es donde están en juego presidencia, senadores y diputados federales, el impacto es todavía menor que el resto, allí las campañas casi pasar inadvertidas de no ser (de nuevo) por la cantidad enorme de promocionales que en radio y televisión aparece de las diferentes opciones.

También se suma a este ambiente el hecho de la molestia social, que pasó por distintas fases: la frustración, el enojo, la molestia, el desencanto y el desánimo. Por eso se habla de un voto con el hígado y no con la razón. Soy de los que piensa que muchos saldrán a votar con efusividad por su opción, y otros tantos con molestia en contra de otras opciones. La suma de coincidencias quizá arroje al ganador.

Interesante también el papel que juegan las redes sociales y medios digitales en este proceso no sólo electoral sino definitorio. Se vuelven el gran megáfono que informa de todo a todos, el exceso se vuelve regla, y la santa inquisición define quien debe ser ahora el elegido para triunfar o para ser sacrificado. A veces instantáneamente, sin pasar siquiera por la barandilla de acusados para que el juicio se mínimamente justo, algunos ya tienen emitido su veredicto sin siquiera haber sido invitados a la sesión.

Rarezas de ver a algunos expriistas como candidatos en Morena o en la coalición PAN-PRD-MC, a algunos morenistas que se van al PRI, a algunos partidos que postulan ex sin recato dejando para una mejor oportunidad la valoración de la coherencia y de los ideales, los reglamentos básicos de cada institución se sonrojan solamente de ver los registros que pasan en sus oficinas.

La rareza no acabará el 1 de julio. Todavía nos faltan ver los reacomodos independientemente de quien se lleve el triunfo. Lo cierto es que una sociedad más exigente nos conviene a todos, en medida que sea justa y ecuánime, y más interesada en el futuro que en lo inmediato. Allí vamos todos.

Por: Rafael G. Vargas Pasaye

@rvargaspasaye