
Me quede sin habla por varios minutos, el cuadro se llama “el juego de las decapitaciones” y son tres hombres con la misma altura y complexión que pudieran ser tres o uno solo en distintas versiones: el masoquista, el tatuado y el que parece es el personaje central, donde convergen y salen los otros dos, todos con cabezas servidas, el central sostiene en una charola la cabeza del sadomasoquista y con una mano parece que corta los testículos de la figura tatuada. No cabe duda, estaba impresionada por la imagen tan fuerte de estos personajes, digna de la mejor revista morbosa, pero al mismo tiempo con una delicada textura que parecía brotar del cuadro, con un negro tan profundo de fondo que vuelve luminosos a los personajes, donde resalta la blancura lechosa en la tez de los decapitados, el exquisito bordado en piel negra del vestido sadomasoquista y el detalle en los diseños en la piel del tatuado, la sublimación del castigo que se convierte en placer y un golpe con carga de sensualidad en la violencia.
Luego está la fastuosidad, es decir, la parte de los brocados, las ropas, el oro, “toda esta falsedad que envuelve al hombre, le quita personalidad y lo convierte en el que lleva el disfraz” el autor admite su gusto por disfrazar con oro todos aquellos sentimientos que podrían aflorar y que nos hacen daño.
Con un sentimiento a punto de desbordar en la boca del estómago me volteo preguntando: me encanta, pero ¿Cuál es su significado? No Verónica, esto no es un examen de la escuela, me responde un amigo, el significado es el que tú encuentres.
Benjamín Domínguez, el autor del cuadro y de toda la exposición, describe como fue el día y la noche de su nacimiento: “el día que nací, 31 de marzo de 1942, toda la noche y el día estuvo lloviendo. Algo insólito en el desierto de Chihuahua. Al día siguiente llegaron los vientos y con estos los gitanos, temprano, como todos los años plantaron su carpa al final de la calle donde vivían mis padres”. El encuentro con el barroco se presentó al entrar a trabajar al Museo del Virreynato, donde tuvo la oportunidad de estar cerca de las telas, los brocados de seda, los marfiles, los objetos de plata.
Además del impactante “Juego de las decapitaciones”, y de la impresión que trato de explicar, confieso que me encuentro por primera vez con la serie de pinturas“Las variaciones del Matrimonio Arnolfini” inspiradas todas del famosísimo cuadro de Jan Van Eyck de 1434, tantas veces reproducido y estudiado por la cantidad de detalles que plasmo el autor originario de Flandes, donde todas las variaciones al cuadro original suceden en la misma habitación en la que una pareja se casa. Los veinte cuadros empiezan cuando el hombre y la mujer comienzan a amarse, a odiarse, a destruirse dentro de esa misma alcoba en una trama obsesiva formada por la infinidad de símbolos que los rodean.
Mencionar que el autor dedica su tiempo a impartir un buen número de conferencias sobre apreciación estética y cursos de pintura en diferentes áreas culturales del país, algo que me toca corroborar al ver a tantos chicos y chicas en la inauguración, supe que un día antes había impartido una conferencia a los estudiantes de la Facultad de Artes de la UACH, gran labor didáctica al compartir su conocimiento con los jóvenes artistas locales.
La exposición variaciones del matrimonio Arnolfinise presentó por primera vez en el Palacio de Bellas Artes y llevo a la fama a Benjamín Domínguez en 1985. En muy contadas ocasiones, las exposiciones de este recinto han logrado despertar el interés de gran parte del territorio mexicano. Los Arnolfini lo consiguieron y Benjamín los acompaño por casi todo el país. Se abrió entonces la caja de Pandora que ya no fue posible cerrar; a la alcoba del matrimonio entraron motocicletas, fotógrafos, reporteros y soldados y entonces ya no hubo límites entre el pasado y el presente. Con aquella libertad adquirida, ángeles paseando en monociclos a la orilla del mar; brujas y sacerdotes presidiendo extraños rituales; personajes amarrados o encapsulados en platicos trasparentes, ministros portando vistosas casullas o bien, luciendo obscuras y complicadas prendas propias del sadomasoquismo. Las cabezas de cordero desolladas no han faltado.
Para esta exposición en Chihuahua, la primicia es de admirar; además del variado lote de pinturas, tres esculturas con sus personajes vistiendo atuendos barrocos y portando máscaras con picos de aves, se hacen presente en volumen, gracias al vaciado en bronce.
Felicidades a la Universidad Autónoma de Chihuahua, en especial a la Dirección de Extensión y Difusión Cultural por traer a Chihuahua una exposición pictórica de este nivel, a la Facultad de Artes de la misma Universidad por acercar a su alumnos artistas de este nivel para compartir su conocimiento, por ultimo a todos nosotros por la oportunidad de contemplar un evento de este tipo.