El aumento de prácticas deshonestas como el uso de bots y trolls resultan dañinas para el ejercicio democrático al alejar a los ciudadanos de su actividad digital.
En el 2008, Barack Obama estableció un parteaguas al integrar las redes sociales en su estrategia de campaña presidencial, un factor que contribuyó a ganarse su lugar en la Casa Blanca. Su estrategia se convirtió en el emblema del poder de las redes sociales en la opinión pública y las democracias.
Con el paso del tiempo también han aumentado prácticas deshonestas como el uso de bots que buscan difundir masivamente un mensaje y posicionarlo en la conversación digital; o de trolls que pretenden desacreditar adversarios y críticos.
Se ha documentado que hasta el mismo gobierno mexicano se ha valido de estas prácticas en su comunicación digital que no le han permitido repuntar en los niveles de aprobación.
Lo cierto es que estas prácticas, más que impulsar los espacios, resultan dañinas para el ejercicio democrático pues alejan a los ciudadanos de estas plataformas y desconectan su realidad de su actividad digital.
“Es un riesgo muy grande porque pervierte el medio y si Twitter se convierte en una batalla campal, deja de ser interesante para los que vamos a escuchar a aprender, a debatir incluso y entender por qué el otro piensa distinto”, explica David Ruiz, director general de la agencia de marketing digital Smartup España, en entrevista con El Economista.
No es un secreto que en las épocas electorales, la presencia de los bots y trolls va en aumento y es previsible una mayor actividad debido a las elecciones del Estado de México, Veracruz, Coahuila, Nayarit del 2017, y las federales del 2018.
Esto puede resultar contraproducente. Las redes sociales distan de convertirse en un reflejo fiel del comportamiento de los ciudadanos en las urnas, situación que se demostró en las elecciones de Estados Unidos con la poco previsible victoria de Donald Trump, o la victoria del
Brexit en el referéndum del Reino Unido, también inesperada.
Pero estas plataformas sí representan un termómetro de tendencias, dice David Ruiz. Plataformas como Facebook o Twitter son un vertedero de ideas, discusiones y preocupaciones sobre los cuales los candidatos pueden apoyarse para desarrollar su plataforma electoral.
Con el aumento de los bots y el ruido que generan en las redes sociales, los usuarios reales son ahuyentados de las conversaciones y los estrategas tienen menos posibilidades de “escuchar” las preocupaciones, motivaciones o problemas que las personas enfrentan y que podrían servir para diseñar los mensajes de los candidatos durante sus campañas. Y el ambiente se ensombrece con la proliferación de las noticias falsas.
Smartup confirmó que esto es vital para poder acercarse a los ciudadanos durante las pasadas elecciones españolas, cuando desarrollaron una campaña en la que se generaron más de 10 millones de menciones en redes sociales. Y la lucha contra los bots es una constante.
“La batalla continua la que teníamos. Cada que un candidato político para el que trabajábamos hacía una manifestación en medios, automáticamente los bots mandaban los mensajes de los otros partidos políticos contrarios. Es algo con lo que debemos seguir peleando y no veo que haya una evolución positiva al respecto porque determinadas formas de entender la política creen que es adecuado hacer esto”, comenta.
Si bien los tweets no necesariamente se traducen en votos, sí les permitió generar mensajes clave a los candidatos y acercarse tanto en línea como fuera de ella con el electorado. Y justamente esa es la clave en el análisis de las redes sociales: más que traducir usuarios en votos, se trata de lograr empatía y acercamiento real con las personas.
“Realmente nosotros sí estábamos viendo las tendencias que estaban ocurriendo y le íbamos indicando al partido político por dónde iban las acciones, por qué se veía y el ruido que estaba ocurriendo de un lado y del otro, lo cual no quiere decir que se traducía en votos”, asegura.
A pesar del avance de las nuevas herramientas digitales como las transmisiones en vivo de Facebook, Instagram o Snapchat, el director de Smartup dice que en las estrategias políticas digitales deben prevalecer los valores de antaño: la cercanía y la sinceridad.
“Muchas veces el candidato no lo entiende y pretende utilizarlo como el medio comunicación más, y ese es el error”, señala.
Por Julio Sánchez Onofre, El Economista