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Comunicar en el gobierno: último eslabón de la cadena
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
En el accionar de cualquier gobierno, el último eslabón de la cadena siempre es la comunicación. Por lo general, en México, las áreas responsables de comunicación son las más maltratadas en todos aspectos; son (casi) siempre consideradas como un “mal necesario”. Así, las diferentes partes que construyen a un gobierno central (en sus diferentes niveles) no les dan la importancia a las áreas responsables de la comunicación y (casi) siempre están relegadas. Es una dinámica heredada por la vieja guardia política que dominó México casi todo el siglo XX.
A la comunicación gubernamental se empolva (o desaparece) de las cabezas de un gobierno o secretarías hasta que hay una crisis y esperan que actúe como un solucionador mágico; en ese momento se vuelve importante y relevante para la cabeza de una secretaría o un gobierno.
La comunicación ha cambiado muchísimo en las últimas dos décadas; los medios de comunicación han crecido en abundancia y el acceso a internet, ni se diga: se ha incrementado como nunca desde la aparición del teléfono inteligente, allá por el 2008. La gran pelea por la atención de las y los ciudadanos es mucho más brutal que antes; tanto para las marcas comerciales como para las marcas políticas.
La comunicación gubernamental nunca ha sido una tarea fácil. Su complejidad ha aumentado con el tiempo. De ser oficinas muy pequeñas en décadas pasadas, gracias a la profesionalización de la comunicación, han incrementado su tamaño, pues las necesidades comunicacionales, también han crecido. Existen gobiernos que lo han entendido perfectamente y se han adecuado a la evolución de la comunicación desde el gobierno, mientras que existen otros tantos, que buscan perpetuar rutinas comunicacionales del siglo pasado. Aquí hay un factor importante: en el pasado los funcionarios públicos no tenían necesidad de rendirle cuentas a nadie y se alejaban de los (pocos) medios de comunicación.
En la actualidad, un gobernante o funcionario, para existir, tiene que estar presente en las redes sociales y los medios de comunicación. Si quiere pasar desapercibido o no tiene aspiraciones a futuro, puede estar ausente de las redes y se quedará rezagado o se verá obligado a utilizar estos canales de comunicación, por la presión de la gente, que hoy en día, puede buscar el contacto directo con cualquier funcionario público para hacerle solicitudes, reclamos o propuestas. Algo inaudito décadas atrás y que ha democratizado la comunicación gubernamental.
Antes, la cercanía del gobernante se construía solamente de manera presencial, con giras a estados, municipios o barrios. Nuestra realidad de hoy, exige complementar esa presencialidad con la cercanía virtual que proporcionan las redes sociales.
Hay que sumar al periodismo digital que llegó para revolucionar la comunicación. Antes (más de tres décadas atrás) los mercados masivos los tenían los grandes periódicos impresos, las pocas estaciones de radio y televisión. Luego se fragmentaba (muy poco) el mercado a municipios o regiones donde solamente se tenía acceso a una estación de radio o periódico impreso; ni pensar en acceso a canales de televisión (era un lujo).
Desde la aparición de los medios digitales, estos comenzaron en las ciudades grandes de los estados o provincias, y se fueron regionalizando conforme se tenía acceso a internet. Esto hizo crecer las opciones y, en lugares donde solo había radio, ya podían acceder a información de las otras ciudades, estados o de todo el país, desde una computadora, y después, en la palma de su mano.
En las décadas de los años 70 hasta los 90, la oferta era muy pobre en México (hay que recordar que era un país de monopolios desde lo político hasta lo comercial) y la apertura que México tuvo a raíz de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, representó una apertura de México a otras dinámicas comunicacionales; lo cual implicó un reto para el mercado nacional como para los gobiernos.
A finales de los años 80, en México, el gobierno federal iniciaba con la utilización de encuestas como mecanismo de escucha para conocer el impacto de políticas públicas y posteriormente la aceptación del presidente, entonces una comunicación más profesional desde el gobierno se hizo necesaria.
Han pasado más de tres décadas desde esos primeros pasos y hay una cosa que poco ha cambiado: el desprecio oficial por las áreas de comunicación. A pesar de que muchas personas funcionarias públicas tienen aspiraciones políticas y buscan proyectarse, ven como una tarea de poca importancia a la comunicación y esperan resultados extraordinarios, cuando la desatención a su personal responsable de la comunicación es menos que ordinario.
Crecen las necesidades comunicación, como mencioné líneas arriba, se incrementa el personal, el equipo técnico, la calificación y especialización del equipo de trabajo, entre otros. Por lo que, invertir, en tener mejores áreas de comunicación al interior del gobierno, es una práctica que debería ser común y que beneficia a la ciudadanía, también; pues entre más profesional un equipo de comunicación, brindará mejor comunicación sobre el quehacer gubernamental.
Comunicar bien desde el gobierno no es capricho, es exigencia social.
SHOT DE ESPRESSO COMPOL
Todo gobierno debe tener una estrategia de comunicación a seguir, pues es el rumbo a seguir. Al interior de los gobiernos hay funcionarios que buscan llegar a una candidatura en las próximas elecciones, si éstos deciden desdeñar la estrategia general sobre la individual, dañarán sus propias aspiraciones y las del gobierno al que pertenecen.