.:ULTIMALETRA ES IMAGEN:.

 

Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Murió Fidel Castro el pasado 25 de noviembre. El mundo entero quedó sorprendido. Unos no creían que tal momento llegaría y otros pensaron que no les tocaría vivirlo. Fidel parecía eterno para una generación que creció en el auge de la popularidad de la Revolución Cubana, el Che Guevara y de él mismo.

Ha terminado una época con la muerte de Fidel. Y la verdad creo que catalogar a Fidel Castro como santo o demonio es ser demasiado simpliste. Fidel fue simplemente Fidel, de carne y hueso, con defectos y virtudes.

Yo me quedo con el Fidel abierto y franco de las conversaciones que sostuvo con el periodista Ignacio Ramonet entre 2003 y 2005, mismas que se convirtieron en el libro “Fidel Castro: Biografía a dos veces”.

El último capítulo del libro se titula “Después de Fidel, ¿qué?”, ahí Ramonet le hace preguntas reveladoras al Comandante en Jefe de la Revolución Cuabana, tales como: “¿Cómo soporta usted dualidad amor y odio (en torno a su persona)?”

Castro le respondió: “Usted sabe que nunca he detenido a pensar en eso. Vivo con una tranquilidad absoluta, plena, total. Ese odio no me lo explico bien. El odio me lo puedo explicar por razones ideológicas, por frustraciones ante el fracaso de los ataques o ante la capacidad de resistir de un pueblo pequeño contra fuerzas tan poderosas como las que han tratado de destruirnos. Los odios más cercanos entre países latinoamericanos, o en Estados Unidos, Canadá, explicables por la frustración, por la propaganda que no se detiene ante nada.”

“Lo de dictador tampoco me lo explico. ¿Qué es un dictador? Es alguien que toma decisiones arbirtarias, unipersonales, que actúa por encima de las instituciones, por encima de las leyes, que no tiene otro control que sus caprichos o su voluntad. Y en ese caso, se podría acusar al Papa de dictador o al (entonces) presidente Bush. Bush puede tomar decisiones terribles sin consultar a nadie…”

 

Además, el carismático revolucionario, quien previo a su ingreso a la Universidad de La Habana, fue educado por los jesuitas, se declara cristiano frente al periodista Ramonet. Pero no en el sentido religioso, no en el sentido del fanatismo religioso que ciega a muchos individuos y divide familias.

Castro le explica que él es cristiano desde el punto de vista social y que sigue siendo socialista, marxista y leninista y “que nunca dejará de serlo”.
Pero eso no le impide hablar con el periodista español de Cristo como una figura cuya enseñanza deriva en la preocupación por los más vulnerables, por la pobreza y la educación. Castro afirma que la primera doctrina, aquella que salió de los labios de Cristo, termina en un gran programa socialista.

Fidel explica que de aquella doctrina inicial salen un conjunto de preceptos muy humanos, “no hay que ser cristiano en el sentido religioso para comprender los valores éticos y de justicia social que aportó aquel pensamiento”, justifica Castro Ruz en la famosa “Biografía a dos voces”.

La afirmación de que el pensamiento de Cristo es socialista, también la fundamenta Fidel en los sermones y en las parábolas bíblicas. Estos instrumentos retóricos que han servido para que la enseñanza de Cristo permanezca vigente a través de los siglos, recuerda Castro, fueron recogidas por pescadores que no sabían ni leer ni escribir.

“Así como Cristo convirtió el agua en vino y multiplicó los peces y los panes, es lo que queremos hacer nosotros (en Cuba), multiplicar los peces y los panes”, explica un lúcido Comandante en Jefe en las largas conversaciones con Ignacio Ramonet.

Y refiere a otra famosa parábola, la de los obreros enviados a la viña, donde, “el rico Epulión pago lo mismo al que trabajó cuatro horas que al que trabajó ocho, una distribución comunista ni siquiera socialista”, analiza Fidel.

Y termina recordando que Cristo incluso utilizó la violencia para expulsar del templo a los vendedores que habían hecho de aquel lugar todo menos un sagrado recinto.

Ese Fidel Castro queda para la eternidad en un fabuloso libro que es, quizás, la biografía más honesta del ícono de la rebeldía; de la inspiración revolucionaria y el causante de los odios más intensos.

Ahora, tras su muerte, estamos por darle respuesta a la pregunta que él le contestó a Ramonet con largas horas de conversación: Después de Fidel, ¿qué?

 

ULTIMALETRA

Es el colmo que el pasado sábado en la Parroquia de San Antonio, durante la graduación de la Universidad del Valle de México, el sacerdote católico oficiante haya dicho en la homiía que “se alegraba por la muerte de Castro. Y que muchos como él debían morir”, ¿no es pecado e inhumano desearle la muerte incluso a nuestro más acérrimo enemigo?

luisruben@plandevuelo.mx

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