NEW YORK, NY – JANUARY 11: Members of the media raise their hands to try and ask questions as President-elect Donald Trump speaks during a press conference at Trump Tower in New York, NY on Wednesday, Jan. 11, 2017. (Photo by Jabin Botsford/The Washington Post via Getty Images)

 

El uso de noticias falsas como instrumento propagandístico por parte de Donald Trump y la influencia que se atribuye a esas informaciones en la victoria electoral del magnate han puesto el foco sobre un fenómeno, rebautizado ahora como ‘posverdad’, que amenaza con alcanzar dimensiones de plaga. La multiplicación, sobre todo en las redes sociales, de esas mentiras presentadas como informaciones periodísticas amenaza con influir también en los inminentes comicios en Holanda, Francia y Alemania. Muchas de ellas, como las difundidas por la web supremacista Breitbart, atizan el racismo, el miedo a los refugiados e inmigrantes y la islamofobia. Además, favorecen a los movimientos de ultraderecha, a punto para asaltar el poder en varios países. Una tormenta perfecta.

Una prensa en crisis ha allanado el camino a la irrupción de webs que fabrican noticias falsas para un público que necesita alimentar sus prejuicios

Por: Ramón Lobo, @ramonlobo
Los periodistas hemos perdido la esencia de nuestro trabajo: la verdad. Cotiza más el bulo que el hecho comprobado. Marcan el paso medios militantes como Fox News que no buscan narrar lo que sucede sino suministrar material, a menudo incendiario, real o falso, a un público que exige alimentar sus prejuicios. Del lodo de la ignorancia brotan webs de agitación como Breitbart, creada por el supremacista blanco Steve Bannon, ascendido a asesor en jefe de Donald Trump.

Llevamos tiempo sometidos a la dictadura de lo espectacular, el ‘trending topic’, el impacto y el ‘prime time’. Se extravió el objetivo original del periodismo: contar historias que expliquen un mundo complejo.

Señalar a la recesión del 2008 como la madre de todos los males es simplista. Es cierto que se aprovechó la crisis económica para el despido masivo de periodistas y para recortar gastos en noticias, paciencia y calidad. Primaron las cotizaciones en bolsa de las compañías de comunicación sobre las exclusivas. La culpa del desarme ético del periodismo profesional, debilitado para hacer frente al reto de Donald Trump y de líderes similares, es de los propios medios: sustituyeron el negocio de la credibilidad por la obediencia a los accionistas.

Irrupción Trumpiana
La irrupción trumpiana nos sorprendió informando de lo banal; igual que el Brexit o lo que pueda suceder en Francia en mayo. No supimos palpar el sentir de “la calle” porque hemos dejado de pisarla. La sociedad a la que nos dirigimos nos señala como parte del conglomerado del poder y de la defensa de sus intereses. Aunque esto sea cierto en unos casos y falso en otros, la ciudadanía nos percibe como un todo. Dejó de confiar en nuestras historias en el momento más delicado, cuando necesita un periodismo riguroso y honesto que le ayude a defenderse de gobiernos repletos de tics autoritarios que amenazan el contenido de la democracia.

Allá está Donald; aquí, la ley mordaza. En Francia, las leyes de emergencia. Vivimos un retroceso en la libertad de expresión. Y está el miedo; miedo a perder el trabajo, miedo a que te metan en la cárcel por un tuit.

Hechos alternativos
El presidente de EEUU bravuconeó en julio de 2016: “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”. Lo peor es que tiene razón. Es el primer mandatario estadounidense en décadas que se niega a presentar su declaración de renta. No es lo mismo que un disparo, pero parece un insulto a toda la ciudadanía.

Nos escandaliza Kellyanne Conway, asesora de comunicación de Trump, cuando se habla de “hechos alternativos” para defender que en la inauguración hubo millones de personas, pese a que las fotos y los datos lo desmienten. Es la misma Conway que se ha inventado la matanza de Bowling Green para justificar el veto a los nacionales de siete países de mayoría musulmana. El problema es que a los votantes de Trump y a una sociedad golpeada, poco leída y desmovilizada, les da igual.

No es nuevo que los líderes mientan. La novedad es que los ciudadanos han dejado de interesarse por la verdad

Saber la verdad
‘The Economist’ lo llama “era de la posverdad”. No es nuevo que los líderes mientan. La novedad es que los ciudadanos dejaron de interesarse por la verdad. Conway es brillante: conoce el terreno. Y lo sabe Trump cuando arremete contra periodistas, actrices y jueces. Es su cortina de humo. Y funciona: más del 50% de sus votantes republicanos cree que ganó a Hillary Clinton en voto popular pese a perder por casi tres millones. Si logra imponer su discurso de la nación, estará ocho años en la Casa Blanca y el daño moral será incalculable.

Trump torpedea la línea de flotación de un periodismo magullado. Quedan en EEUU grandes cabeceras, como ‘The New York Times’ o ‘The Washington Post’, pero corren el riesgo de perderse en la anécdota, de olvidar el verdadero desafío.

Se han publicado decenas de buenas historias humanas de los afectados por “el veto musulmán”. ¿Llegan al gran público? ¿Modifican la percepción de la mayoría? En la red han surgido cientos de medios de calidad que apuestan por la investigación y el reportaje, dos géneros relegados en España. Serán las alianzas entre los medios tradicionales y los digitales los que fiscalicen a un presidente imprevisible.

Las redes no son alternativa
Las redes sociales no son aún alternativa suficiente y sostenible, pese a que aportan nuevas voces y quiebran el monopolio de los medios tradicionales. En la transmisión masiva de la verdad se ha difuminado la verdad. En Internet fluye mucha basura que se presenta igualada a las buenas historias, pero no mayor en proporción de la que se exhibe en el kiosko. Es la tesis de David Remnick, director de ‘The New Yorker’, una revista de referencia y puntal de la resistencia a Trump.

La diferencia es que antes había en los kioskos periódicos y revistas con prestigio que separaban lo importante de los superficial. Muchos se han dejado contagiar por el todo vale, el corta y pega. Será más barato, pero nos está matando. Es un virus contagioso, como el del ‘Ensayo sobre la ceguera’ de José Saramago. La credibilidad se construye durante años y se pierde en un mal minuto.

Además de los medios, las manifestaciones, los actos de resistencia y el aumento de las donaciones a organizaciones de defensa de los derechos civiles, la oposición está sobre todo en los cómicos, en programas como Saturday Night Live. Para Jett Heer, editor de The New Republic, “la broma no derrotará a Trump, pero ese no es el asunto. Los chistes le ayudaron a ganar la presidencia. Quizá ahora ayuden a que sus oponentes le sobrevivan”. In sha’Allh.

Las noticias que nunca debieron ser
Obama no nació en EEUU
Su fijación por Barack Obama llevó a Donald Trump a afirmar en varias cadenas de televisión, concretamente en la ABC y en la NBC, que el expresidente estadounidense no había nacido en Estados Unidos, poniendo en duda su certificado de nacimiento. Trump se escudó en «una fuente extremamente creíble» que le había asegurado que el certificado de Obama era un fraude. Se refería a blogs ultraconservadores.

El ‘Pizzagate’
La policía de Washington detuvo este mes de diciembre a un hombre que empezó a disparar en una pizzería de la capital estadounidense. El detenido, Edgar Maddison Welch, había decidido atacar la pizzería tras creer una noticia falsa que se había publicado sobre las actividades ilícitas de Hillary Clinton en ese lugar. Según esa noticia, la candidata estaba relacionada con una red de abuso de menores y pedofilia que había usado el sótano de ese local.

Masacre en Bowling Green
Hace una semana, la asesora de la Casa Blanca Kellyanne Conway se refirió a una «masacre» inexistente para justificar la orden ejecutiva que veta la entrada de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana en el país. Durante una entrevista con la cadena MSNBC, Conway aseguró que la orden ejecutiva promulgada el 27 de enero estaba justificada en parte por la «masacre de Bowling Green» del 2011, una matanza que nunca tuvo lugar.

La Predicción de Fidel
Con la visita de Obama a Cuba el pasado mes de diciembre, las redes sociales viralizaron una frase que supuestamente dijo Fidel Castro en 1973 mediante memes y publicaciones. «Estados Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un presidente negro y haya en el mundo un Papa latinoamericano», aseguraban que había dicho el líder cubano. Según aseguró Snopes, una web dedicada a desmentir leyendas urbanas, no existen registros de esta frase.

La venganza del León
Los vídeos de una chica que practica snowboard sin percatarse de que un oso corría a pocos metros tras ella, el de un joven australiano que tras hacerse un selfi ante un tornado es arrastrado por él o el de unos cazadores que posan con un león muerto pero terminan siendo atacados por otro miembro de la manada, se tornaron virales pero no eran ciertos. Todos fueron creados por la misma productora y alcanzaron en poco tiempo audiencias millonarias.

Montaje ultra en Holanda
Geert Wilders, líder del partido antimusulmán holandés, revolucionó hace poco el Parlamento de su país cuando compartió en su perfil de Twitter una imagen falsa de Alexander Pechtold, jefe de los liberales de izquierdas, apoyando una manifestación de islamistas en favor de la implantación mundial de la ley islámica. La imagen publicada en el Twitter de Wilders era un montaje. En la original no aparecía Pechtold sino otro hombre.

La Mili de Albert Rivera
Cientos de miles de españoles leyeron que Albert Rivera recuperaría la mili para los ninis, que el PP no quería obreros en la universidad o que Podemos pretendía prohibir las procesiones para no ofender a los musulmanes. Las tres fueron mentira, pero las tres fueron ampliamente difundidas entre las redes sociales de los españoles, hasta el punto de que la de Rivera fue la que más impacto tuvo en el 2016 en Facebook sobre él, con 269.000 interacciones.

Los ‘Minions’ de Hitler
Según una publicación de Facebook y varios vídeos, minion era el nombre que se daba a los niños judíos usados por los nazis para sus experimentos. «Como muchos no hablaban alemán sus palabras eran sonidos hilarantes para ellos», se decía en este bulo que circula por la red desde el 2014. La foto con la que se ilustraba ni siquiera tiene que ver con los nazis: se trata de las escafandras de unos buzos británicos.

Cínicos contra hipócritas
Jordi Graupera, Profesor de Filosofía @JordiGraupera
La posverdad no es un eufemismo de la mentira. Es un estado de cosas que traslada la batalla a la esferade la autoridad

La cara televisiva del ‘trumpismo’, Kellyanne Conway (foto), defendía unas declaraciones falsas del portavoz de la Casa Blanca. El presentador le preguntó por qué el portavoz había dicho una «mentira demostrable» a ojos de todo el mundo. Conway respondió que su compañero solo había presentado «hechos alternativos».

Es sencillo ver en esta afirmación una voluntad explícita de mentir. Pero la clave del comentario es que pone en cuestión los consensos sobre cómo se verifica un hecho. Los seguidores de Donald Trump oyen: «No te puedes fiar ni de la prensa ni de los profesores, los expertos o las estrellas del pop». Y la reacción que esto suscita, basada en hacerse el inocente, como si manipular no fuera el pan de cada día, solo refuerza el comentario.

Muy pocas disputas se resuelven según la veracidad de los hechos. El día que casi llego a las manos con mi amigo madridista (por una decisión arbitral que los dos vimos repetida en la misma televisión, sentados en el mismo sofá), gritábamos, señalando la pantalla: «¿No lo ves?» Esto no significa que la verdad no exista, o que no haya maneras de llegar a consensos, aunque sean temporales, sobre la probabilidad de que una cosa sea cierta. Y es fácil demostrar que los políticos y los comentaristas mienten deliberadamente, igual que hay árbitros y comentaristas que simulan no ver un penalti.

Valores de fondo
Pero es importante entender que la mayoría de nuestras disputas sobre los hechos son en realidad sobre los valores de fondo que hay detrás de la defensa de un hecho. El error de los que pretenden combatir a Donald Trump o la posverdad es tomárselo como si fuera una disputa racional sobre hechos. Los ‘hechos’ están totalmente politizados, son armas de guerra que pretenden liberar una verdad más alta.

La posverdad no es un eufemismo de la mentira. Es un estado de cosas que traslada la batalla a la esfera de la autoridad, y renuncia a averiguar qué parte de lo que creemos saber se puede atribuir a la certeza y cuál a la preferencia. Esta batalla siempre acaba beneficiando a Trump y a los autoritarios porque son más explícitos, y el conflicto de valores ocurre no entre verdad y mentira, sino entre hipócritas y cínicos como Trump, que resultan más sinceros.

Si la posverdad ha hecho posible la victoria del nuevo presidente de Estados Unidos es porque la prensa hace años que se ha abandonado al sectarismo más flagrante en nombre de los hechos. Ahora que la prensa está en decadencia y ha perdido influencia, esta falta de autoridad resulta letal.

Cuestionar al aliado
Si queremos evitar la previsible eclosión del ‘trumpismo’ en Europa, lo primero que debería hacer la prensa es revisar sus intereses económicos ligados a grupos de poder, gobiernos y acreedores. Y acostumbrarse a publicar editoriales que pongan en cuestión a sus aliados políticos. Si el lector percibe que su diario se toma sus sesgos más seriamente que sus intereses, el día que haya que llamar mentiroso a un mentiroso, será creíble.

Hoy por hoy, somos una autopista para el ‘trumpismo’. La credibilidad de los hechos proviene de la credibilidad de los valores.

Un cuento muy viejo
Por: Albert Garrido

La mentira, empleada como instrumento de propaganda, se usó ya masivamente en la guerras de Flandes del siglo XVI H Alcanzó su apogeo con la propaganda antisemita de los nazis
Nada hay especialmente nuevo u original en la práctica de la posverdad, hoy tan presente en todas las discusiones porque se atribuye a ella una parte importante de la elección de Donald Trump. Esos hechos alternativos o datos alternativos a los que se refiere Kellyanne Conway, asesora de la Casa Blanca, no son muy diferentes a los disparates, deformaciones o mentiras puestos en circulación desde tiempo inmemorial por profesionales del engaño. Siglos antes de que los algoritmos llevaran a los gestores de las redes sociales a privilegiar unas informaciones sobre otras, aunque se tratara de falsedades, hubo quien vio en la desinformación una herramienta poderosa para vencer a sus adversarios e hipnotizar a sus adeptos.

En opinión de George Steiner, «lo que no se puede conceptualizar no se puede decir; lo que no se puede decir no puede existir». En sentido contrario, cuanto se puede decir tiene posibilidades de arraigar en los receptores como algo que en verdad existe. Citar con gesto convencido el atentado de Bowling Green, que nunca se produjo, tiene grandes posibilidades de incorporarse al imaginario colectivo como un ataque terrorista del que nadie informó, pero la intoxicación perpetrada por Conway carece de originalidad. En la Apología de Guillermo de Orange –siglo XVI, guerras de Flandes– la leyenda negra española se concreta en un ejercicio de información envenenada y de propaganda, pero tuvo tal poder de convicción entre los flamencos sometidos a la autoridad de Felipe II y del duque de Alba, que el propio Montesquieu acudió a esa Apología para ahormar parte de sus Cartas persas, y aun en el siglo XVIII seguían los ilustrados apegados al arquetipo español del panfleto orangista, anticipatorio de la posverdad.

Mucho antes de que cobrara vida la verdad posfactual, un concepto nacido en Alemania –verdad alterativa la llama el cómico Stephen Colbert–, mucho antes de la invención en 1992 del término posverdad por el dramaturgo Steve Tesich, se respiraba una atmósfera cargada de indecorosas falsedades. Después de la guerra civil de Estados Unidos, el Partido Demócrata hizo denodados esfuerzos para demostrar que la población negra, recién liberada de la esclavitud, no estaba preparada para votar (recurrió incluso a argumentos pseudocientíficos). En realidad, la campaña apenas ocultó el hecho de que el partido estaba gobernado por políticos sureños esclavistas, derrotados en las elecciones de 1868 por la candidatura republicana del general Ulyses S. Grant, a quien votaron los muy pocos negros que aquel año pudieron hacerlo.

«La democracia tiene mucho más que temer de las perversiones o desvíos del proyecto democrático que vienen del interior», dijo el sociólogo Tzvetan Todorov, fallecido esta semana. Entre estas perversiones figuran episodios tan resaltables como la intoxicación informativa desencadenada por los periódicos sensacionalistas de William Randolph Hearst a raíz del hundimiento del acorazado Maine (febrero de 1898), que fue el pretexto apoyado por la Casa Blanca para desencadenar la guerra contra España. Pasados los años, aquella posverdad quedó al descubierto: la explosión que hundió el Maine no fue un sabotaje organizado por las autoridades españolas, sino un accidente en el interior del buque.

La amenaza
Dijo Barack Obama antes de dejar la presidencia que las prácticas de medios de comunicación «amenazan la democracia al permitir que la gente se retire a sus propias burbujas de conocimiento». Tales burbujas pueden ser tan nuevas e influyentes como las articuladas en Facebook o tan viejas como la propaganda antisemita que forma parte inseparable de la historia de Europa.

Hasta el Holocausto, transcurrieron siglos de posverdades que justificaron pogromos, persecuciones, juicios amañados y la célebre frase sobre el poder de la mentira atribuida a Joseph Göebbels: «Repetida mil veces se convierte en verdad». Ni siquiera el compromiso de personajes como el escritor Émile Zola, autor del artículo J’accuse sobre el caso Dreyfus, publicado en el diario L’Aurore el 13 febrero de 1898, pudieron reventar la burbuja. ¿Puede reventarse hoy o el temido final del orden liberal desposeerá de valor la verdad y minimizará el papel de los medios solventes para contrarrestar el auge de la mentira?

Anatomía de las mentiras
Por: Michele Catanzaro
Los expertos en ‘big data’ se inspiran en la epidemiología para intentar comprender cómo se propagan las noticias falsas en la red H Se enfrentan a una verdadera industria de la manipulación
Cámaras de eco, burbuja de los filtros, bots de Twitter… La investigación ha puesto en campos diversos conceptos para comprender la epidemia de bulos y noticias falsas en internet, muy especialmente en las redes sociales durante la última campaña electoral americana.

«Estamos trabajando sobre la desinformación a todos los niveles: modelizamos la difusión de los bulos inspirándonos en la epidemiología. Los datos los recogemos del flujo de información de las redes sociales», explica Giovanni Luca Ciampiglia, investigador del Instituto de Ciencia de las Redes de la Universidad de Indiana, el centro de referencia sobre el estudio cuantitativo del tema.

En primer lugar, ¿quién establece que una noticia es verdad o mentira? Según Ciampiglia, hay casos extremos de información generada solo para producir clics, que es parecida al spam: «Nadie se queja de que un algoritmo clasifique como falso un correo enviado por un supuesto príncipe de Nigeria», bromea. Sin embargo, en la mayoría de los casos es cuestión de puntos de vista. «No hay interés real, ni tan solo de Facebook, en desarrollar tecnología que reconozca automáticamente una patraña. Es trabajo de los periodistas», explica Ciampiglia. Su grupo ha desarrollado Hoaxy, un buscador de bulos que aprovecha las páginas de fact-checking, sitios periodísticos dedicados a contrastar noticias y afirmaciones.

Tuits sin personas detrás
Los investigadores se enfrentan a una verdadera industria de manipulación de la red. «Monitoreamos Twitter durante un mes antes de las elecciones: aproximadamente el 20% del contenido en tuits no venía de personas reales, sino de bots», explica Emilio Ferrara, investigador de la Universidad de California del Sur. Los bots son programas que generan contenidos automáticamente.

Según el análisis de Ferrara, los usuarios retuitean con la misma frecuencia tuits de bots y de humanos, mientras replican más a los humanos que a los bots. El 20% de las noticias falsas (siempre según los sitios de fact-checking) fueron compartidas por bots. No obstante, Ferrara matiza su papel. «En un trabajo sobre campañas de antivacunas, vimos que la mayoría de los bulos eran compartidos por humanos», explica.

Preocupa más el fenómeno de la cámara de eco: el proceso de polarización por el cual cada usuario sigue solo a aquellos que piensan como él. «No hay una definición clara, pero hay algunas evidencias», explica Ciampiglia. Por ejemplo, el equipo de la Universidad de Indiana en Estados Unidos es capaz de predecir las inclinaciones políticas de un usuario de Twitter a partir de a quién sigue.

Ciampiglia apunta además a los algoritmos de las redes sociales. Estos priorizan informaciones que nos puedan interesar: por ejemplo, nos presentan primero noticias parecidas a las que abrimos en ocasiones anteriores, dejando al fondo de la página noticias de la clase que solemos ignorar.

Esto facilita la visita si se trata de escoger zapatos pero puede sesgar el acceso a la información: es la llamada burbuja de los filtros.

La confianza en los amigos, combinada con la «economía de la atención» (por ejemplo, tuitear contenidos sin leerlos) y el «sesgo de confirmación» (creerse a pies juntillas lo que confirma nuestros prejucios), acaban de adobar el pastel.

10 pasos para detectar una noticia falsa
Por: Antonio Baquero
1 ¿Es un fenómeno muy común?
Las noticias falsas son cada vez más comunes en las redes sociales. Basta con mirar con atención nuestro muro de Facebook y nos toparemos con noticias, compartidas por amigos, como sorprendentes curas al cáncer, avisos de nuevas y onerosas multas de las que antes no teníamos conocimiento o de reactores nucleares a punto de caer al mar en Japón. Son solo algunos ejemplos. La lista es ilimitada.

2 ¿Qué hacer en caso de duda?
Numerosos usuarios comparten esas noticias, muchas veces sin ni siquiera leer el contenido del texto y quedándose en el llamativo o escandaloso titular, con lo que contribuyen a su viralización. Ante esta situación, qué se puede hacer. Para empezar, no compartir. Luego, unas pequeñas pautas pueden ayudarnos a determinar si esa noticia que tanto nos ha sorprendido es real o si es falsa.

3 ¿Qué se dice en los comentarios?
¿Suena la noticia demasiado alarmante? Desconfíe y acto seguido baje hasta mirar los comentarios de los usuarios. Es posible que algún lector ya haya alertado de que ese contenido es falso. Otro método consiste en hacer una captura de pantalla de la foto que ilustra la noticia y ponerla en Google imágenes. Si aparece ilustrando otras informaciones, es posible que la noticia sea falsa.

4 ¿Aparece en otros medios?
Una medida útil es mirar en un buscador si esa noticia ha sido publicada en otros medios. En el competitivo mundo de internet, lo medios nunca deshechan informaciones de impacto que despierten interés. Si solo aparece en una web posiblemente sea falsa y sea ese medio el que haya fabricado la información. Si está en más webs pero son desconocidas posiblemente tampoco sea cierta.

5 ¿Es un medio conocido?
Debemos fijarnos en qué medio de comunicación ha difundido esa noticia. Si se trata de una página web que nos resulta totalmente desconocida, podemos empezar a sospechar. Aunque obviamente eso no basta para desecharla. Para empezar, hay webs poco conocidas que actúan con rigor. Y en ocasiones, los medios tradicionales difunden por error alguna de esas informaciones.

6 ¿Qué noticias salen en esa web?
Lo siguiente que debemos hacer es entrar en la web que ha difundido esa noticia y ver cómo son las otras informaciones que tiene colgadas. Si todas tienen un tinte alarmista, si alientan al odio contra algún tipo de grupo religioso o étnico, o si todas parecen de broma es altamente posible que la noticia falsa. Es importante entrar en el apartado ‘Acerca de’ y ver cómo se define.

7 ¿Quién firma la información?
Conviene también mirar si la noticia va firmada. En caso negativo, hay que sospechar pues las webs de noticias falsas acostumbran a no firmar las informaciones que publican. Si está firmada, conviene buscar el nombre del periodista en un buscador en internet y ver qué otras noticias ha escrito y si son verosímiles o si, entre ellas, hay alguna que haya sido descubierta como falsa.

8 ¿Qué fuentes citan en el texto?
Al leer la noticia, es importante fijarse en cuáles son las fuentes que sustentan la información. ¿Son oficiales? ¿Son de personas con nombre y apellidos? ¿Son citas textuales?… Si no se cita ninguna fuente, de nuevo, hay que desconfiar. Si se citan fuentes oficiales, conviene mirar en un buscador si esas fuentes realmente han dicho eso. Si solo aparece en esa web… sospechoso.

9 ¿Cómo avisar de que es falsa? 
En caso de tener sospechas de que se trata de una noticia falsa, algunas plataformas como Facebook permiten que el usuario avise de ese contenido. Se trata de abrir el cuadro que hay en la señal que hay en el ángulo superior derecho y hacer click en ‘reportar’. Facebook está desarrollando una herramienta para cribar las informaciones que hayan sido denunciadas por usuarios.

10 ¿Hay webs de verificación?
Hay webs especializadas en descubrir noticias falsas. Son webs cuyos profesionales investigan si esas noticias son verdad. Incluyen un espacio para poner las palabras claves de esa noticia. La web informa si se ha determinado la falsedad. La más prestigiosa es snopes.com. En Perú, Ecuador y Argentina hay webs que verifican si lo que dicen sus políticos es cierto.

Frente de los medios contra las noticias falsas en Francia
La prensa colaborará con Facebook en la identificación de engaños
Por: Eva Cantón
Como ha ocurrido en Estados Unidos, la campaña electoral francesa está salpicada de rumores malintencionados, información sesgada o directamente falsa y la acción de piratas informáticos con claro interés en influir en el resultado de los próximos comicios.

El Elíseo es consciente del riesgo de injerencia de redes afines a Donald Trump y Vladímir Putin y prevé organizar un Consejo de Defensa específico para abordar este asunto. Los servicios secretos están convencidos de que la mano del Kremlin está detrás de fenómenos análogos a los que se vieron en la campaña norteamericana.

Sin ir más lejos, esta misma semana el liberal Emmanuel Macron se vio obligado a cortar de raíz el chisme difundido a través de las webs de propaganda rusa Sputnik y Russia Today de que tenía una relación con el presidente de la radio pública francesa, Mathieu Gallet.

Le Pen y el veto de Trump / Y el pasado jueves, en France 2, la candidata ultraderechista Marine Le Pen retomó sin rubor el retorcido argumento de la Casa Blanca comparando el veto de Trump a siete países musulmanes con la orden de Barack Obama de reexaminar en el 2011 la situación de 58.000 iraquís instalados en Estados Unidos. Los periodistas que entrevistaban a la candidata del Frente Nacional le hicieron ver la diferencia entre las dos medidas y el diario Le Monde la explicó en detalle elviernes en su esección Les décodeurs (Los descodificadores).

El diario vespertino es uno de los ocho medios franceses que colaborarán con Facebook para luchar contra la proliferación de noticias falsas en la citada red social. Al proyecto se han unido la agencia France Presse, 20 minutes, BFMTV, France Télévisions, France Médias Monde, Libération y L’Express.

La ayuda del lector / La idea del gigante estadounidense, que tiene 24 millones de usuarios en Francia, es desplegar un dispositivo similar al que puso en marcha en diciembre en Estados Unidos y que lanzará próximamente en Alemania. Se trata de que el usuario disponga de un icono para señalar que una información puede ser engañosa.

Los medios asociados al proyecto podrán luego comprobar su veracidad y decidir que el contenido aparezca etiquetado como falso. La misma filosofía guiará CrossChech, la futura plataforma de Google para contrastar la veracidad de lo que pulula por la red.

Los indignados de Grillo confeccionan una lista negra de medios y periodistas

  • Los indignados italianos de Beppe Grillo han difundido esta semana una lista negra de medios de comunicación y periodistas — con nombres y apellidos—, a los que el grupo señala como «mentirosos » y les acusa de «difamar» al M5S. Según el grupo, la prensa ha dado lugar a un «espectáculo indecente», difundiendo noticias «falsas o literalmente inventadas «, según el diputado Luigi Di Maio, promotor de la iniciativa.
  • Y esas afirmaciones remiten a las más recientes revelaciones sobre Virginia Raggi, la alcaldesa de Roma en la actualidad bajo investigación de la fiscalía de Roma por abuso de poder. Entre los integrantes de la mencionada lista figuran los dos grandes periódicos del país: La Repubblica e Il Corriere della Sera.

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