.:ULTIMALETRA ES IMAGEN:.

Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

 

Para muchos es políticamente incorrecto analizar, comentar y escribir sobre el PRI. De hacerlo, es causal de discriminación, como en los tiempos de la segregación en los Estados Unidos. Hoy es política pública la persecusión contra todo aquel que se digne mencionar al PRI. Lo bueno es que la crítica era bienvenida, dijeron.

 

Y hay muchos priístas que tras la derrota del 5 de junio pasado, decidieron callar. Otros, decidieron atacar al instituto político que les dio oportunidades de ocupar curules o gobernar estados o municipios.

 

Ya he reseñado (desde el punto de vista de la comunicación) algunos factores de la derrota del PRI, pero no he puesto la atención en muchos personajes que pensaron que atacando al partido color bandera, podrían salvar sus aspiraciones a futuro, diferenciándose de los demás.

 

Y como la avestruz, muchos se escondieron, para no ser contagiados por el virus de la derrota. Otros, se alegraron de la derrota de Enrique Serrano y comenzaron su catársis y la búsqueda de culpables.

 

Claro que lo más fácil era culpar de todo a Guillermo Dowell, presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, quien tras la derrota sufrió el abandono de muchos cercanos al corazón de Enrique Serrano y tuvo que lidiar con un complicadísimo toro en el ruedo de la derrota electoral.

 

He escuchado muchas versiones de varias corrientes internas del PRI: unas que culpan de todo a Dowell y otros a una larga de lista de personajes que mejor no conviene mencionar, dado que les encanta apuntar, señalar, calumniar pero no soportan una crítica sustentada.

 

El PRI de Chihuahua está más sensible que nunca y también eso es culpa de la dupla de villanos favoritos: César Duarte y Guillermo Dowell.

 

¿Dónde quedaron todo aquel interminable séquito de las campañas tras la derrota?

Todavía no estaba tibio el muerto, cuando ya lo estaban denostando, negando y acusando.

 

Guillermo Dowell tuvo que entrar al quite junto con Liz Aguilera, secretaria general del PRI, para intentar componer a un priísmo que se negaba a ver la derrota y a alejarse de ella.

 

Como el barco en hundimiento, vieron a muchas ratas huir. Mientras ellos tenían que quedarse a cuidar el timón del navío, que había perdido todo lo ganado y, no sólo eso, tenían que prepararse ante la embestida que ya preparaba desde junio, Javier Corral Jurado, quien llegó al poder lleno de rabia y deseo de venganza, peor que el traía Francisco Barrio en 1992 contra Fernando Baeza y el priismo de entonces.

 

Han pasado los meses desde que se gestó la derrota. El proceso ha sido doloroso, difícil, duro, intenso, pero sobre todo, lleno de traiciones: como suele suceder, aquellos que aplaudían de más cerca y con mayor intensidad, son los primeros que agarraron el puñal de la traición política.

 

Y muchos de ellos, con gran cinismo, siguen militando en el PRI.

 

En este momento, lo políticamente correcto es echarle más fuego a la hoguera para que Dowell siga ardiendo y puedan seguir, muchos, haciendo mofa de un personaje que tenido valentía absoluta, temple suficiente y una enorme fortaleza para aguantar todos los reclamos internos, las calumnias externas y un gran desgaste, comprobando, aunque muchos no lo quieran ver, su verdadera mlitancia y congruencia con el partido que dirige.

 

Es injusto echarle todas las culpas a Dowell. El verdadero priista entenderá esto. Puesto que una derrota, como la victoria, se construye con muchas manos. Y la derrota no es únicamente de Dowell, es de todos los priistas, aunque las cabezas de algunos de los grupos internos, se nieguen a verlo.

 

Sin embargo, Memo Dowell es un tipo inteligente y sabe que su sacrificio de hoy, rendirá frutos en el futuro y las futuras victorias del PRI en Chihuahua, tendrán como cimiento, la dura labor que Guillermo Dowell y su equipo de trabajo llevaron a cabo, tras la derrota del 5 de junio.

 

ULTIMALETRA

Me preguntaron mi opinión sobre lo de Víctor Valencia. Respondí: ¿Víctor quién?

luisruben@plandevuelo.mx

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