Foto: Cortesía de Sony Picture Classics.

Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Entraron los dos al teatro. Era un lleno total para ver un clásico del teatro del siglo XX: «Un tranvía llamado deseo» de una de las grandes plumas de la dramaturgia de los Estados Unidos, Tennessee Williams. Es una de las obras más representadas, incluso hasta la fecha. ¿Qué tenía de peculiar en esta ocasión para que Esteban y Manuela decidieran ir a verla? No eran los únicos, pues no cabía una aguja en ese teatro madrileño; quien daba vida a Blanche DuBois era nada más y nada menos que la multi aclamada y famosísima actriz Huma Rojo.

La noche especial, pues Esteban llegaba a los 17 años, ameritaba un regalo especial: el autógrafo de Huma Rojo, cuyo rostro gigantesco lucía impreso en la fachada del teatro junto con el título de la obra y un fondo rojo, mientras un aguacero amenazaba a quienes salían del recinto teatral, el cual se vació pronto y, en la acera de frente, Manuela y Esteban esperaban a que la puerta de salida de los camerinos se abriera para ver salir a la gran actriz y pedirle un autógrafo para poder coronar ese cumpleaños con esa victoria.

La lluvia no cesó. Huma Rojo salió del teatro y rápidamente tomó un taxi. Esteban corrió y la alcanzó en la ventanilla del automóvil, Huma sólo lo miró y el chófer arrancó sin dar mayor oportunidad de nada a ambos. Esteban decidió perseguir el taxi para hacerlo parar y obtener su autógrafo, mientras Manuela, su madre, le gritaba que dejara el asunto por la paz. Esteban tenía los ojos puestos en aquel taxi y nunca cuidó los costados. Por uno de ellos apareció el carro que lo atropelló y apagó su estrella en su cumpleaños número 17 ante la mirada desconsolada de su madre.

Esto nunca pasó en la vida real. Así que Huma Rojo no existe. Es un personaje legendario dentro del mundo cinematográfico de Pedro Almodóvar y que fue interpretado por la sensacional Marisa Paredes en Todo sobre mi madre. Y me duele escribir fue porque Marisa perdió la vida hace unas horas en Madrid, España.

Todos los medios de habla hispana traen en tendencia la muerte de Marisa: los detalles, filmografía, premios, su historial como activista feminista y de izquierda. Yo sólo quiero rendirle un pequeño homenaje porque la primera vez que la vi en el cine, fue precisamente de la mano de Pedro Almodóvar en la película mencionada líneas arriba.

Yo tenía la misma edad que Esteban en la cinta, 17 años, cuando la vi. Recuerdo nítidamente la pantalla del cine y el enorme rostro de Marisa Paredes impreso en la fachada del teatro haciendo lo que amaba ser: actuar. En esa película actuaba para ser actriz, un homenaje que Almodóvar le hacía a una enamorada del teatro. La intensidad en su mirada y la fuerza que comunicaba eran magnéticas. «Comencé a fumar por imitar a Bette Davis, por imitarle. A los 18 años ya fumaba como un carretero; por eso me puse Huma» dice en una escena inolvidable mientras prende un cigarro transformada en una mujer de cabello rojo intenso, vulnerable y que se siente inútil por no saber manejar, mientras conduce Manuela (Cecilia Roth).

«Humo es todo lo que ha habido en vida», remata la escena mientras le da un toque a su cigarro. No la he podido olvidar, aunque el filme tenga escenas mucho más memorables. Para mí, esa es la escena que me insertó la calidad histriónica de Marisa Paredes; ella siempre fue Huma Rojo y punto. Por ella hice conexión con el cine Pedro Almódovar y decidí seguirla en películas anteriores. Y fui a mis videoclubes donde podía encontrar cine europeo para rentar (era 1999 y ni señales de que existieran plataformas como Netflix). Así fui a dar con La flor de mi secreto en la que interpreta un personaje también sensacional: una escritora que firma sus obras con el pseudónimo Amanda Gris.

Siguiendo el hilo de su filmografía reciente (en ese momento) descubrí que había trabajado con un director que recién exploraba y se convirtió en uno de mis favoritos: Arturo Ripstein. Así, pude ver a la Paredes en Profundo Carmesí y en la adaptación de la novela de García Márquez, El coronel no tiene quien le escriba. En ambas demostraba ser una estupenda actriz. En el intermedio entre estas películas actuó en la multi premiada La vida es bella de Roberto Benigni.

El terror no le fue ajeno y fue una de las protagonistas de El espinazo del diablo del también mexicano Guillermo del Toro. La última colaboración con Almódovar fue en 2011 en La piel que habito, en la que interpreta a una fiel y despiadada ama de llaves.

Mañana el Teatro Español que fue su casa desde su origen como actriz será sede de su gran despedida del público español, que va a poder hacerlo de manera presencial. Para quienes la conocimos por sus películas, series televisivas y entrevistas, no queda más que hacerlo a la distancia, con la intimidad con que nos permitió conocerla en cada una de sus interpretaciones.

Descanse en paz, Marisa Paredes, para mi: la eterna Huma Rojo que ya se ha convertido en humo.

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