El Panóptico de la Historia
El sistema político-democrático mexicano tiene una característica primordial, la cual es, intentar transmitir que todos como ciudadanos tenemos la posibilidad de ser participes del sistema democrático y político de nuestro país siempre y cuando sea por medio del formato de partidos.
Bajo esta premisa, en lo ideal, queda superadas las dictaduras, los apellidos rimbombantes, el poder oligárquico y todos esos terribles vicios que durante la primaria nos enseñan que encarnan el mal, un mal mas grande que el de Lucifer. Para superar estos demonios, México inició el siglo XX con una Revolución que desembocó en la creación de un sistema democrático cimentado en las máximas del apóstol de la democracia Francisco I. Madero, la cual versa: sufragio efectivo, no reelección. Hasta ese punto todo es muy bonito, (quitando el pequeño detalle que el pasaje de transición entre los balazos, traiciones y caudillajes de la Revolución a las instituciones actuales, fue el denominado Maximato, (que no es otra cosa que una perpetuación en el poder) México estaba listo para fundar un sistema de partidos políticos que representan una democracia que fue vitoreada por propios y extraños.
El problema fue que un partido político en México en la actualidad ha engendrado una serie de vicios que en el papel no tienen nada de democrático. Al final, todo es poder y no nos asustamos por ello, pero el problema es que los partidos mexicanos se constituyen como grupos de conciudadanos que buscan algo en común: un pedazo de poder. Se forman grupos, se respetan jerarquías y tiempos (siempre y cuando no se pisoteen intereses poderosos); se controla a un gran numero de personas con las llamadas redes ciudadanas, grupos de mujeres y de jóvenes. Todo lo anterior no es nada extraño, al final un partido político es un grupo de personas con una ideología común (aunque en la actualidad esto este sumamente diluido) los cuales bajo los preceptos ideológicos se preparan, muestran sus posturas y a la postre participan en los comisión para ver si son favorecidos con el voto ciudadano.
Lo malo de la cuestión es cuando para un gran numero de la población se ha convertido en un estilo de vida ser parte de un partido.
Al más puro estilo de grupos de choque, estos ciudadanos tienen trincheras en colonias, oficinas gubernamentales y foros académicos, siempre listos para darlo todo por el partido o por su grupo dentro del partido. Una vez ganado el botín, es decir, ganado el escaño en el congreso, alcaldía, gubernatura o lo que sea; es hora, cual piratas, de saquear rápidamente todo lo que se pueda y prepararse para la siguiente batalla, para el siguiente puesto.
Todo ello desemboca en que los ciudadanos que no quieren, o no pueden, entrar a un partido son solo espectadores de la batalla entre estas pandillas políticas democráticas. Así es, como pandillas que tienen controladas un barrio y los vecinos ajenos se tienen que esconder para que no les toque un pedradón, así igual, un mexicano no participante en un partido no puede hacer mucho porque al final esos que están contaminando el barrio son sus propios hijos, hermanos o primos.
Pues bien, esos ciudadanos que lo único que buscan es ganarse la vida se topan a menudo que para acceder a servicios, tramites o lo que sea, se necesita una contraseña, apellido o tarjeta de afiliación y de no tenerla pues a tener paciencia para ver si los tiempos políticos lo permiten a la brevedad.
Como conclusión, no es posible que los mexicanos estemos esperanzados recoger las migajas, despensas o apoyos que se caen de las manos de los militantes. Es un hecho que nuestro voto como ciudadano vale, pero es un hecho que durante los periodos entre elecciones el ciudadano no participante en un partido político esta desprotegido. Inclusive cuando están las campañas políticas el ciudadano vive un símil de aquellos años cuando el rey salía a aventar pedazos de pan entre los hambrientos, solo que en este caso el pan está empaquetado y dentro de una despensas.
Es de celebrarse a los políticos y servidores públicos que cuando tienen en sus manos una responsabilidad publica generan programas y acciones desinteresadas en cualquier ramo, desgraciadamente por el panorama antes mencionado son la excepción y no la regla. Porque como ayer en nuestro sistema político priva el dicho: ¡el que agandalla primero, agandalla dos veces!