Por Luis Villegas Montes
Por Luis Villegas Montes

Hace dos años, en uno de tantos blogs visibles en la red, círculo de estudios centro histórico, apareció un artículo sobre la violencia sexenal; su autora se preguntaba: “¿La violencia existe solo cuando la ponderan los medios de comunicación?”; esta es una interrogante igual de actual y legítima que cuando se formuló. Las autoridades, de todos los niveles y órdenes de mando, se empeñan en vendernos una realidad que en muchas ocasiones solo existe en la cabecita loca de su autor.

 De este modo, uno de los más llevados y traídos reclamos en contra del Presidente Felipe Calderón Hinojosa fue la inseguridad, particularmente la elevada tasa de homicidios. En la citada página, se puede leer que resultados de serios estudios realizados por L. Ray Sadler, publicados en el periódico El Paso Times, sobre la base en información obtenida de la ONU, del INEGI y del Banco mundial, acerca de los asesinatos perpetrados en México durante los sexenios de los últimos 5 presidentes (en aquel entonces, como queda dicho 2012, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón),1 demostraban que excepto en el caso de Vicente Fox, en términos porcentuales, en los tres sexenios priístas previos el número de homicidios fue mayor que en el del Presidente Calderón: De la Madrid, 19.2%; Carlos Salinas de Gortari, 18.92%; Ernesto Zedillo, 15.1%; Vicente Fox, 9.78% y Felipe Calderón, 14.5%. Con mucho, Carlos Salinas de Gortari, el artífice -y el poder detrás del trono- del actual Presidente, Enrique Peña Nieto, terminó su mandato con 92 mil 927 homicidios y durante su sexenio los medios de comunicación nunca dijeron nada al respecto y la población no estuvo “aterrorizada”.2

 

La vigencia del tema viene a cuento porque desde el primer año de la actual administración federal, se dio a conocer una escandalosa cifra diaria de ejecuciones y asesinatos; desde su arribo y hasta el mes de enero de 2013, el promedio ascendía a 28 asesinatos diarios. Según la información obtenida, en 62 días de gobierno se habían contabilizados mil 758 homicidios dolosos que tendrían alguna relación con disputas entre grupos criminales o fueron víctimas en enfrentamientos, la mayor parte en Chihuahua, Guerrero, Jalisco y Sinaloa.3 Sin embargo, un año después, de diciembre de 2012 a noviembre 2013, ocurrieron 18 mil 432 asesinatos, al decir de Carmen Aristegui.4 Seis meses más tarde, en el mes de mayo de 2014, el mismo medio de información (el sitio de Carmen Aristegui) daba la cifra de casi 50 mil asesinatos diarios.5

Y apenas el día de ayer, 31 de agosto, se dio a conocer que en lo que va de la actual administración, se han perpetrado 57 mil 899 homicidios, cifra superior a la que ocurrió durante el gobierno de Felipe Calderón, según datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Según esta nota, los estados con más homicidios intencionales son el Estado de México, entidad de donde Peña Nieto era gobernador con 4,876; Guerrero con 3,301; Chihuahua con 3,062; Michoacán con 2,403 y Jalisco con 2,385. Mientras que las cinco ciudades mexicanas que encabezan la lista son Acapulco con 1,371; Distrito Federal con 1,267; Tijuana con 897; Ciudad Juárez con 779 y Ecatepec con 769”.6 El Estado como la segunda Entidad con más asesinatos y una de sus ciudades, en tercer lugar. Un ranking que desmiente, o por lo menos desmiente, la versión oficial de que Chihuahua, como Tabasco, es un edén (Ven, ven, ven).

 

Esta información confirma la versión de que la imagen del Presidente va en picada y que “llega reprobado” a su tercer año de ejercicio”;7 según un estudio de Parametría, el Presidente Enrique Peña Nieto llegará a su segundo informe enfrentando una caída en “la aprobación presidencial”8 y un “escepticismo ante algunas de las reformas aprobadas y sus beneficios para la población”.9 E igualmente, contrasta fuertemente con la versión de las autoridades estatales, “empeñadas” (por falsas y optimistas) en darnos una visión alegre de esa realidad que en el terreno de los hechos niega esa verdad oprobiosa para todos los mexicanos.

 

Esa danza de los números y las “medidas verdades” -que al final de cuentas se convierten en “medias mentiras”- no le ayudan a nadie; y menos al Gobierno. Si de verdad se quiere sacar adelante a la nación y al Estado, es preciso salir -y dar la cara con las cifras puntales en la mano- a explicar los aciertos, sí; pero también a reconocer en su justa dimensión, los fracasos, los yerros, los excesos, los equívocos y los retrocesos (que no son pocos); solo así, se podrá abonar a la cultura de legalidad y a la cultura de la transparencia. Lo demás es demagogia y cuentas alegres.

 

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