La Gestión o Administración Pública es la que pone en contacto directo a la ciudadanía con el poder político. Es la disciplina encargada del manejo científico de los recursos y de la dirección del trabajo humano enfocada a la satisfacción del interés público, entendido este último como las expectativas de la colectividad. En este contexto, el diálogo constituye un eje fundamental del relacionamiento entre lo que se administra y los públicos involucrados. El diálogo, es un camino a la multidireccionalidad.

 

 

Se dialoga siempre desde las diversidades humanas. Todo diálogo motoriza un proceso de comunicación en el que se activa una dimensión intercultural.

 

El proceso de la comunicación humana lleva como un estigma de origen, el signo de la unilateralidad, sin ir más lejos, la Real Academia Española dice que la Comunicación consiste en la: “transmisión de señales mediante un código común del emisor al receptor.” Como se observa, unidireccionalidad pura. Incluso agregándole a esta definición atisbos de bidireccionalidad  a través de nociones como la de retroalimentación o feedback, no deja de resultar un mecanismo que coloca al emisor en postura de ajustarse al comportamiento de sus audiencias para mantener el control de sus propias metas.

 

Esta ausencia de “relacionalidad” manifiesta en el ámbito de la Gestión Públicas que se observa a nivel global, marca no sólo la incomunicación sino que impide la “dialoguicidad”.

 

La comunicación es diálogo, no es la transferencia, o transmisión del conocimiento o información, de un sujeto a otro, sino su coparticipación en el acto de comprender la significación del significado.

 

Ser dialógico no es invadir, no es manipular, no es imponer consignas. Ser dialógico es empeñarse en la transformación, constante de la realidad. El diálogo es la base de todo proyecto de comunicación en la que se potencia el valor de la escucha. El ser democrático y solidario escucha activamente al otro, en forma paciente y crítica. Esta mutualidad dialéctica caracteriza el hecho comunicativo.

 

El diálogo tiene que ser pensado a partir de la coexistencia de multiplicidad de códigos comunicativos, a partir de la heterogeneidad de las estructuras de significación. En ese sentido, la diferencia entre hacer público y poner en común puede traducirse en dos versiones conceptualmente extremas de la comunicación: el contacto y la comprensión.

 

Aún exista una fuerte voluntad en el ámbito político por la construcción de un espacio de comprensión o entendimiento mutuo, poner en común no supone necesariamente alcanzar una conciencia común plena y permanente.

 

En la medida en que una relación va cambiando y sus integrantes asumen estos cambios dentro de un proceso de comunicación, es posible reajustar las expectativas sobre la relación, así como las representaciones de los sujetos interactuantes, sin afectar la calidad de la relación.

 

El diálogo es una exigencia existencial que permite la construcción voluntaria de la alteridad, de un espacio en el que un ser únicamente puede realizarse en comunicación con otro ser y cada proyecto singular en sí, es un proyecto personal y para existir en el otro.

 

El diálogo invita a formular preguntas; este interrogar nos permite la chance de aproximarnos a la identidad del Otro y así recién tener el gusto de conocerlo.

 

Como se observa, el diálogo no se reduce a ejercicios de contacto, comportamiento externo o de buenos modales -cross cultural studies-, sino que implica la posibilidad de la comprensión edificante gracias a la presencia y fuerza dialéctica de lo “inter” y que  se viabiliza recién desde el encuentro valorativo y transparente del proyecto con el Otro.

 

Por Antonio Ezequiel Di Génova

Antonio Simposio

Email: antoniodigenova@gmail.com

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