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¡Malditos médicos y periodistas!
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
La política es el arte de lo posible. Al menos es una definición popular y comúnmente adoptada por las y los políticos del mundo; se la debemos al célebre excanciller alemán Otto Von Bismarck. La actividad política es conocida, especialmente, por los excesos de las y los gobernantes, quienes llegan a gobernar países, provincias o alcaldías, gracias a la ambición que los mueve a buscar una posición de poder y cuando del poder se trata, un adjetivo siempre ausente es humildad.
Es una generalización social, ya que, desde tiempos remotos, al poder se le asocia con los excesos de todo tipo y se recuerda más a los tiranos que a los gobernantes que hicieron las cosas decentemente. Es muy difícil unir la humildad con el poder en el imaginario colectivo, pero no deja de ser una cualidad extremadamente necesaria para quienes ejercen el poder. Bien lo escribió David Owen (médico y ex ministro de relaciones internacionales del Reino Unido) en su libro “En el poder y la enfermedad”: “tanto para políticos como para médicos, la competencia y la capacidad de hacer juicios realistas acerca de lo que pueden y no pueden lograr son atributos esenciales. Todo lo que empañe ese juicio puede hacer un daño considerable”.
La realidad se impone y las y los políticos han ido, con el paso del tiempo, erosionando la confianza de muchas generaciones, hasta llegar a este tiempo, a este siglo XXI, en el que las personas dedicadas en cuerpo y alma a la actividad política gozan de prácticamente nula confianza social. En contraste, en las y los doctores se confía mucho más, pero hay una crisis ahora en tiempos de la posverdad: hasta la confianza en los médicos ha ido decayendo.
¿Dudar de los profesionales de la salud tanto como se duda de las y los políticos?
Las y los médicos junto con todo el personal de la salud han sido los grandes héroes en esta eterna pandemia y eso les ha recuperado terreno en el imaginario colectivo; no así a los políticos, a quienes la pandemia de COVID-19 acabó por hundir.
En los médicos se confía como en nadie: las decisiones más importantes de las vidas de las personas recaen en ellas y ellos. ¿A qué se debe que hasta a ellos se les pierda la confianza poco a poco?
La retórica política en la que está envuelta gran parte del planeta incluye un esfuerzo gigantesco de algunos gobernantes de aniquilar el prestigio de algunas profesiones, con el afán de concentrar el poder y la legitimidad en una sola persona. La consigna “¡estamos hasta la madre de expertos!” es una muy recurrente desde 2018 en México.
El presidente mexicano López Obrador arremete contra periodistas en general y en específico, cada mañana en su conferencia de prensa diaria; no hay día que no mencione no leer, escuchar o ver a tal o cual periodista que critica acciones de su gobierno y se llena de calificativos contra ellas y ellos, parejo: conservadores, vendidos, enemigos del pueblo y un larguísimo etcétera. Una guerra sin descanso desde que asumió el poder y la misma estrategia siguió con las y los médicos mexicanos, desde que inició la pandemia.
Hay que recordar que, para el mandatario mexicano, tanto los periodistas son enemigos del régimen como los médicos que laboran en instituciones privadas; aquí algunas muestras: en abril del 2021, AMLO criticó a las personas profesionales de la medicina que buscaban ser vacunados contra el Covid-19, de igual forma que las y los médicos del sector salud. Se organizaron por todo el país e interpusieron un amparo para garantizar su derecho a que se les aplicara la vacuna, en aquel entonces, López Obrador se refirió así: “no es que esté con contra de ellos, es que no es justo el querer decir a mí me vacunas. No, si no te corresponde no”. Minimizó un presidente a los médicos que trabajan fuera del sector público, hecho sin precedentes en la historia moderna mexicana.
Previamente, en mayo de 2020, López Obrador levantó críticas entre las y los doctores al llamarlos «mercantilistas», en los peores momentos de la pandemia de Covid-19:
Al respaldar a los funcionarios que estaban al frente de la pandemia, el presidente mexicano, aseguró en ese momento, que esos funcionarios, “son humanistas y que trabajan a favor del pueblo, no a favor del mercantilismo, que desgraciadamente también llegó a predominar en el periodo neoliberal en todo lo relacionado con la salud”. Posteriormente intentó una disculpa pública en la se retractó de lo dicho y externó su deseo de que todas las personas dedicadas al ejercicio de la medicina, fueron igual de humanistas que Ernesto “El Che” Guevara o el expresidente chileno Salvador Allende.
Esto es parte de la estrategia de López Obrador para desprestigiar a periodistas y expertos de cualquier materia. Se tienen registrados casos múltiples en los Estados Unidos (mientras Trump fue presidente), en el Brasil de Bolsonaro, en el periodo de Cristina Fernández al frente de Argentina, en la Venezuela de Maduro y pues México se incluyó en la lista desde la llegada de López Obrador al poder.
En México, según el mantra lopezobradorista, no hay más experto en cualquier tema que el mismo AMLO. Nadie puede tener el poder ni legitimidad en ningún tema, que el actual presidente de México, porque quienes se oponen a sus cambios no son tratados como compatriotas con ideas diferentes, sino como traidores a quienes hay que borrar del mapa político y mediático.
Para fortuna de los médicos, AMLO les tiene más desprecio a los periodistas que a su gremio. Presidentes como López Obrador tienen una enorme repulsión por la ciencia, los datos y los expertos. Tanto el gremio periodístico como el médico obtienen datos y documentan hechos que confrontan a la narrativa oficial con la realidad y como los datos son duros, también son necios, entonces se usa toda la fuerza del gobierno de AMLO para descalificarlos por todas las vías.
Si con los periodistas, López Obrador tiene una guerra diaria, con las y los médicos (especialmente privados) ha sido más moderada, pero les ha hecho un daño terrible a su credibilidad.
SHOT DE ESPRESSO COMPOL
En el pasado se esperaba mucho más de este siglo XXI, en el que predominan los avances tecnológicos y la democratización de la información. Se esperaba un mundo más homogéneo aspectos democráticos y menos fértil para tendencias dictatoriales y hegemónicas, pero la realidad se impone con un presidente obsesionado en regresar a México a un pasado solamente añorado por él.