.:ULTIMALETRA ES IMAGEN:.

Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

El partido que arrasó en las elecciones presidenciales del 2018, el que sorprendió en Chihuahua al obtener dos senadurías al aplastar a un candidato tibio y cuyo único sostén eran sus glorias pasadas (el aún priista Reyes Baeza), hoy en Chihuahua no tiene un rumbo definido de cara al futuro.

 

Que ironía. Ganaron todo, pero parece que no tienen nada. 

 

Hace un año andaban a todo vapor los que entonces eran candidatos de Morena; se desvivían en discursos de alabanza al pueblo (que después se convirtió en bueno y sabio), en acusaciones de todo tipo contra los gobiernos ajenos a su partido, en promesas huecas pero que arrancaban el aplauso fácil. 

 

Algunos encampañados, sin ser candidatos, ya comenzaban a sentir los síntomas de la borrachera del éxito electoral (aunque aún no llegara) y hasta el semblante les cambió. Obvio, después del triunfo, vino la locura para algunos de ellos y ellas. 

 

Pero usted quiere nombres. No referencias ambiguas.

 

¿Qué comparten Marcelino Gómez Brenes, Juan Carlos Loera y Fernando Tiscareño con el fracasado candidato priista al senado José Reyes Baeza?

 

Además de la tibieza que los une, la complicidad con el gobernador Javier Corral Jurado. 

 

Los hechos hablan por sí mismos. 

 

Primero la otrora joven promesa de Morena, Marcelino Gómez Brenes, quien durante años trajo ese ímpetu que traen los novilleros que buscan convertirse en toreros; esa hambre por triunfar para ganarse su doctorado en los ruedos y salir por la puerta grande en hombros, con los trofeos en la mano. A César Duarte lo acosó hasta el cansancio y al exceso de la grosería en eventos públicos, quería foro para hacerse fama de porro, revoltoso, chairo, opositor y víctima. Los aplausos y alabanzas le llovían por montones dentro de su partido y fuera de él. Era una estrella en ascenso.

 

El año pasado como candidato a diputado federal, su votación (aunque soprendente) no le hizo ni cosquillas a su rival, pero fue suficiente para ganarse un hueso en la administración federal, a la que tanto repudiaba en tiempos de Peña Nieto. 

 

Desde que es funcionario, se dice en el argot taurino, se le acabó el hambre de triunfo y con ello, sus actuaciones públicas para llamar la atención y seguir siendo un rey chairo. Sin hambre, no hay necesidad para él. Ni como candidato ni como funcionario ha tocado a Javier Corral ni con el pétalo de una rosa. En una de esas y hasta su venia pidió para ser bienvenido como funcionario federal. 

 

Juan Carlos Loera y Fernando Tiscareño son aún más abyectos con el gobernador Corral. Ni con Andrés Manuel son así. El primero, petulante, desordenado, grosero y nada eficiente como funcionario no abona nada la cuarta transformación, pero si mucho a estar unido con valor. El segundo, con esos aires de grandeza, arrogancia y nulo respeto por los demás, busca levantar la mano para que le presten atención política, porque en sus delirios se cree un fenómeno electoral invencible, pero resultados, no aporta; su especialidad discordia y división al interior de Morena por saciar su apetito personal y por obedecer el mandato de Javier Corral. 

 

Otro hecho: a Miguel Ángel Colunga le llenó la nómina de asesores para que lo vigilaran de obedecer los mandatos del corralismo en el poder, hasta que lo hartó. 

 

Mientras estos tres personajes buscan dividir a Morena para ayudarle a su patrón Javier Corral, el único que busca mantener el barco político a flote, es el personaje más callado: Martín Chaparro, actual presidente de Morena en el estado de Chihuahua. 

 

El famoso “profe” anda haciendo talacha en el campo, no de oficina, como los fifís mencionados líneas arriba. Trae un ritmo de trabajo intenso: visitas a los municipios, especialmente a los más alejados para construir o mantener la base electoral ganada en la pasada elección. Chaparro sí ha entendido que sin trabajo en este 2019 no habrá frutos que cosechar en el 2021. 

 

Mientras Marcelino, Tiscareño y Loera sólo pelean con molinos de viento, Martín Chaparro sí anda trabajando en que Morena sea un verdadero partido y no se pierda con la locura del poder. 

 

 

ULTIMALETRA 

Fermín Ordóñez sabe mucho de magia, ¿cómo es posible que diga que no hay ni para pagar el agua en el PRI de la capital, pero él desayuna todos los días en restaurantes fifís? A ver si les revela el truco a los priistas preguntones. 

luisruben@plandevuelo.mx

3 Replies to “Morena: ganar el poder sin perder, ¿el partido?”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *