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¿Plan B? ¡No, es “Plan V”!

Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Creo que la gran mayoría de los personajes de Morena, rebasan las 4 décadas de existir en este mundo y, por ende, creció en ese pasado oscuro del México del partido único, sin democracia interna, ni externa. El PRI era todo; todo el tiempo, en todos los lugares, al mismo tiempo. Ocupaba todos los espacios, no dejaba hueco sin ocupar. El PRI se volvió asfixiante para México y en 1988 una gran parte de la sociedad despertó para dejar de ser asfixiada; levantó la voz y dejó sentir el músculo de la mano del célebre panista sinaloense Manuel Clouthier y del cachorro de la revolución Cuauhtémoc Cárdenas. 
 
Para quienes nacieron después de 1990, los acontecimientos mencionados, son cosa de la prehistoria, al alcanzar la pubertad, para ellas y ellos, vivían en un México que ya no era gobernado por el PRI; la alternancia en el poder era para todas ellas y ellos, algo cotidiano, así como el valor de su voto y el respeto a la democracia, que tiene como uno de sus principales valores a la pluralidad. 
 
Esa generación no conoció a los candidatos que ganaban desde antes de las votaciones, a los candidatos testimoniales (esos que aceptaban ser candidatos, aunque fueran a perder) como lo fueron muchos personajes de la izquierda mexicana e ilustres panistas como Luis H. Álvarez como candidato a presidente de la república, gobernador de Chihuahua y senador; en todas las elecciones alegó fraude e incluso encabezó caravanas de protesta en la década de los años 50, huelgas de hambre y marchas en la década de los años 80. 
 
La cultura del fraude electoral no es nueva en México ni exclusiva del siglo XX o del PRI; tiene raíces desde el nacimiento de una nación independiente hasta el hartazgo que ocasionado por Porfirio Díaz y que originó la Revolución Mexicana bajo el lema: sufragio efectivo, no reelección. 
 
México tiene una democracia incipiente que tiene destellos de solidez. Permitió la diversidad de oferta política (más partidos, mayor competencia) por lo que tenemos estados del país que ya han sido gobernados hasta por 4 partidos distintos; que decir de alcaldías y representaciones legislativas en los ámbitos locales y federales. 
 
Desde el 2000, ir a votar es algo tan cotidiano que, quizás, ya no se valora tanto. Bajo argumentos huecos de austeridad, críticas a los salarios de los miles de trabajadores del Instituto Nacional Electoral, esos que han dedicado más de tres décadas de su vida a perfeccionar una institución que da certeza y solidez a nuestra patria. 
 
Leía ayer al buen amigo Hugo González (presidente del Consejo Estatal de Morena en Chihuahua) en sus líneas publicadas en este mismo Diario de Chihuahua y, la verdad, me arrancó las más estruendosas carcajadas. 
 
Ayer escribió Hugo, “Pareciera que la oposición no ha entendido el momento histórico y la transición por la que el pueblo mexicano ha comenzado a transitar, y que impulsa el movimiento de transformación que Morena encabeza actualmente, e insisten en volver al pasado, ante las derrotas constantes, su último bastión, el control electoral…” 
 
Y recalco: “e insisten en volver al pasado”. 
 
Hugo no es un juvenil nacido después de 1990; seguro recuerda el turbulento despertar de la sociedad mexicana, en su caso, de la mano de Cuauhtémoc Cárdenas y de todas las artes electorales oscuras que garantizaban baja participación, poca confiabilidad social y el triunfo permanente del PRI a cada cargo de elección popular. Seguro también recuerda que las reformas del 2007 en materia electoral fueron a iniciativa del hoy presidente de México y muy aplaudidas por él y sus secuaces; aún vigentes fueron las que sirvieron de marco jurídico en 2018, año en que ganó la elección presidencial. 
 
Antes de 1990, no había padrones confiables y las elecciones las organizaba y sancionaba el mismo gobierno, desde el despacho del Secretario de Gobernación, se definía cuántos votos reconocerle a candidatos opositores, sin importar los votos; el robo de urnas era una constante, y no en los lejanos años 40 o 50, aún en los más cercanos años 80. 
 
Quienes insisten, mi querido Hugo, en volver al pasado, son ustedes en Morena y se aprovechan del desconocimiento de las generaciones nacidas posterior a 1990, que no vivieron ese México de monopolios políticos y comerciales. El gobierno controlaba todo; no había competencia en la política, menos en lo comercial. El gobierno tenía gasolineras, cines, teatros, librerías, fábricas de jugos, papel, de camiones. El gobierno estaba en todo, controlaba todo. El sueño anhelado por AMLO. 
 
El ”Plan B” del presidente López Obrador que aplauden en Morena, no es más que un “Plan V”, un plan para volver los tiempos del partido único, sin espacios para la oposición, como en Venezuela, Nicaragua o la Falange de Francisco Franco en España. 
 
Es un “Plan V” para volver a secuestrar la democracia mexicana cuando apenas está comenzando a madurar. 
 
Es un “Plan V” para volver a quitar las libertades ganadas. 
 
Es un “Plan V” para volver a México a las épocas de las epopeyas de Fidel Castro, Che Guevara y otros tantos dictadores. 
 
Si, tan sólo, leyeran un poco de historia de países de América Latina como Chile, Argentina, Brasil y la misma España, entenderían las razones y motivos por los que valoran tanto su democracia: Argentina votó libremente por vez primera en 1983 y marcó el fin de la más sangrienta dictadura militar; Chile en 1989 que marcó el fin de la dictadura del terrible Augusto Pinochet, Brasil tuvo su primera elección post dictadura en 1985 y España, tras la muerte de Franco, organizó sus primeras elecciones en 1977 desde la década los años 30. 
 
México no ha experimentado ninguna dictadura militar como las mencionadas y no creo que sea el deseo de todas y todos los mexicanos. No queremos siquiera pensar en que eso pueda pasar, pero cuando se pasan leyes para militarizar cada aspecto de la vida oficial y se pretende controlar el INE como en los años 60 o 70, la sociedad mexicana se asusta y rechaza ese “Plan V”.

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De risa loca el escándalo inventado y difundido por los neomorenistas Javier Corral y el exsíndico chihuahuense Enrique Valles. Corral difundió una supuesta agresión física de Valles hacia él, otra mentira más del exgobernador. En el mundo político local, quienes conocen a Valles saben que él se ahorra hasta los golpes, según se ha comentado esta semana.  

Luis Rubén Maldonado Alvídrez es consultor en comunicación e imagen política.
Ganador del Napolitan Victory Award 2021.
luisruben@plandevuelo.mx Twitter: @fruslero

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