
No cabe la menor duda, la inteligencia artificial está revolucionando la política toda vez que su utilidad nos permite analizar grandes volúmenes de datos para diseñar estrategias electorales efectivas; sabe hablar, resuelve, es ágil y está al alcance de todos sin importar las circunstancias, ahora bien, no entiende la imperfección humana, no abraza y carece de malicia.
Su presencia en el mundo contemporáneo nos permite reconocer patrones y tendencias en el comportamiento de los electores, nos lleva a identificar intereses y preferencias de cada votante, en términos generales, establece certezas para la toma de decisiones informadas ajustando estrategias sobre la marcha.
Llegó para quedarse, eso está claro, el asunto está en que comencemos a revisar que la recopilación masiva de datos compromete la privacidad de los ciudadanos y abre puertas a ciberataques, estamos frente a riesgos asociados a la manipulación y la desinformación, todo en respuesta a un panorama que se alimenta de nuestras búsquedas.
El asunto está en que comencemos a cuestionarnos y a regular su uso, entendiendo que radicalmente se está re definiendo la civilización, luego mientras la IA tiene objetivos que no están alineados con los valores humanos, nuestro límite debe conducirnos a impedirle tomar decisiones que sean perjudiciales para la sociedad.
Tenemos el reto de afrontar la llegada de la tecnología emergente, una herramienta poderosa para resolver problemas complejos y mejorar la vida de las personas, asumiendo que el poder de las decisiones siga estando en manos de la “democracia imperfecta”, esa que otorga el poder a cálidas emociones, talento innato, raciocinio defectuoso y no a fríos análisis que son exactos en lo cuantitativo.
Debemos seguir dándonos la oportunidad al error y la equivocación, a las deficiencias humanas, es momento de mantener el control que posiblemente perdimos cuando asumimos que éramos desiguales hablando de igualdades.
Es determinante entender que los seres humanos somos creativos, originales, conscientes, empáticos, emocionales, intuitivos, juiciosos y adaptables… Somos imperfectos y por eso la política es una tarea que nos corresponde.
“Las buenas ideas políticas seguirán distantes de ser encontradas en un buscador”.

Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político

