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Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez
Por Luis Rubén Maldonado Alvídrez

 

El caso de Donald Trump es un clásico ejemplo de que el deporte favorito de la gran mayoría de los habitantes de esta nación mexicana es quejarnos. Lástima que esta disciplina no está en juegos olímpicos, porque sin mucho esfuerzo tendríamos a un Michael Phelps versión azteca presumiendo su gran acumulado de medallas de oro.

 

Desde que Trump venció en la contienda a Hillary Clinton, los mexicanos, en las diferentes plataformas de comunicación, no hemos hecho más que quejarnos de este polémico e irreverente personaje.

 

No hay noticiero, ni editorial, ni comentarista que no se queje de Trump y se erija en pitoniso, que ve en el futuro las desgracias más grande en el artificial copete del empresario que sedujo a la clase política conservadora de los Estados Unidos.

 

Por esta razón, nos hemos olvidado de Obama, quien dejó de ser el rey. Y muerto el rey, ¡viva el rey!

 

Todo mundo en México está preocupado por adivinar las desgracias que traerá la era Trump y muy pocos han analizado las lecciones de la era Obama.

 

Si alguien revolucionó en medio de la gran revolución de las comunicaciones, la mercadotecnia política, fue precisamente Barack Obama. Hay un antes y un después, tras su primera victoria presidencial en el 2008.

 

Obama insertó la política a las redes sociales. Antes de su campaña, la política no aparecía en el radar de los usuarios de Facebook, hasta que Obama apostó por usar esa red como plataforma de comunicación, reclutamiento y financiamiento en su primera campaña en pos de la presidencia de los Estados Unidos.

 

Obama fue el primer candidato presidencial, que estableció una marca personal que buscó permanentemente el apoyo de los famosos millennials (de ahí la apuesta por las redes sociales) y mensajes claros, esperanzadores y motivadores que inspiraban desde lo más individual del votante estadounidense a sumarse a una causa colectiva.

 

Otra lección importante de Obama fue romper los moldes del político tradicional. Barack Obama no fue un político más. Fue el político que marcó el ejemplo a seguir para todos sus homólogos en otros países, además de un ejemplo a seguir para quienes buscaban una candidatura en cualquier rincón de este planeta (de ahí que vimos a muchos hacer malas copias de la campaña ganadora de Obama en nuestro país).

 

Visualmente, Obama definió una estrategia que eliminó lo tradicional del diseño gráfico en las campañas electorales de su país. Impulsó una corriente que rompió paradigmas visuales y cromáticas, mandando un poderoso mensaje de innovación, tambien pirateado por muchos panistas, perredistas, priistas, morenistas y hasta los del verde.

 

La humildad fue una constante de Obama. No era pirotecnia política (como en la mayoría de los casos en Chihuahua y en México), se salía de la agenda para tener actos de compasión con los menos favorecidos, además de que no impulsó mucho políticas de respeto y tolerancia hacia las minorías tan perseguidas a lo largo de la historia reciente de los Estados Unidos.

 

Era auténtico. De ahí que sus arrebatos que ponían en aprietos a su aparato de seguridad, por ayudar a un pordiosero y alimentarlo, entre otros, siempre fueron bien recibidos porque nunca fueron actos para la televisión o para las redes sociales. Los hacía con cámaras y sin ellas. Y había cientos de personas que podían corroborarlo.

 

Enfrentó la crítica de manera directa y sin censura. Nunca le huyó al debate y menos a la crítica. Aceptaba y leía las críticas e insultos en las redes sociales en público y en privado, cosa que jamás verá de cualquier político mexicano, puesto que cuando llega a un puesto de mando, piensa que puede controlar las círitcas y potencias las alabanzas.

 

Ocupó espacios en los medios ajenos a la política. Tal y como innovó Bill Clinton en su momento, acudiendo a programas de televisión de espectáculos o cómicos, Obama fue a éstos y fue más allá: innovó acudiendo a reality shows hasta de supervivencia. Estuvo enfocado en ganar al público con capacidad de decisión.

 

Siempre comunicó mejor que sus oponentes. Desgraciadamente, fue una lección que Hillary Clinton no aprendió. Era díficl que el Partido Demócrata encontrará a un súper candidato y extraordinario comunicador (como Obama) para postular. Como Obama, sin duda, no habrá candidato en un muy buen tiempo.

 

Paul Scott, es un buen amigo que vive en Madison, Wisconsin. Es un “real american”, casado con una inmigrante filipina y siempre ha participado activamente en política del lado del Partido Demócrata. Cuando la elección de 2000, estando allá en su fría tierra, veíamos el desarrollo de la campaña entre George Bush y Al Gore. Ahí me dijo:

“Una gran lección que debes de aprender de la política en este país (EUA) es que nunca verás ganar al candidato aburrido.”

 

Los hechos le han dado la razón: Al Gore era el candidato más preparado para gobernar: experimentado, popular pero catalogado en el estereotipo de “nerd”, mientras que su oponente, George W. Bush era el hombre espectáculo, quien sabía atraer la atención hacia él. Era el que sabía comunicar mejor.

 

Cuatro años después, la historia fue la misma. Vimos de cerca la elección entre John Kerry y George W. Bush. El primero era un tipo que emocionaba absolutamente nada, en contraste con Bush, quien apelaba al miedo y a su heroísmo para vencer la amenaza terrorista.

 

Tras la era Bush, desgastada, llegó una bocadana de aire fresco que golpeó brutalmente las aspiraciones de Hillary Clinton. Un renovado showman, que se erigió en un líder entre los jóvenes, que supo comunicar cercanía y emocionar a una nación entera venció a John McCain y luego a Mitt Romney, quienes nunca pudieron vencer el carisma y capacidad de comunicación de Obama.

 

Con Hillary candidata, muchos pensamos que había aprendido la lección de 2008. 

 

Nunca pudo ser tan buena candidata como Obama y mucho menos como su marido, ante eso, un showman convertido de manera exprés en político, levantó la mano y le declaró la guerra a los políticos vetustos del Partido Republicano y luego a la aburrida señora Clinton.

La lección de Paul, se volvió a confirmar. Ganó el candidato menos aburrido.

 

Y tras el resultado, el mismo Paul, me dijo contundentemente:

“Trump es un verdadero asno, pero comunica extraordinarimente”.

 

Así que la gran lección que nos deja Obama es comunicar de manera innovadora, aprovechando cada espacio para hacerlo con autenticidad.

 

Obama seguirá siendo objeto de estudio por muchos años más, por sus contribuciones al marketing político.

 

ULTIMALETRA

Felicito ampliamente a mi amiga, Marina Baca, por su nombramiento como cooridnadora de comunicación social del ICHITAIP. Una mujer capaz y comprometido. Un gran acierto del instituto su nombramiento.

luisruben@plandevuelo.mx

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