Por Fabiola Lara García
Por Fabiola Lara García

La Organización de Naciones Unidas, estima que para 2022, India será el país más poblado del mundo, más que China, incluso llegando a los más de mil 400 millones de habitantes. Cifra pavorosa ya que así como se eleva el número de habitantes del planeta disminuyen las posibilidades de que cada una de estas personas tenga una vida digna, si carencias o con las menos posibles. Para 2050 se estima que seamos nueve mil 600 millones de personas poblando el planeta.

El pasado informe de la CONEVAL, el cual establece que dos millones más de mexicanos viven en condiciones de pobreza, pobreza extrema similares y conexos o demás adjetivos que gusten ingeniar para fragmentar las cifras y que estas no luzcan tan espeluznantes.

EL Consejo Nacional de Población, (CONAPO) reveló en semanas pasadas que 11 de cada 100 mujeres mexicanas que se convirtieron en madres, tiene entre 15 y 19 años (durante el periodo 2009- 2014). Lo que implica que la tasa de embarazo adolescente se incrementó pasando de un 69.5 a 77.3 casos por cada mil mujeres.

También se dio a conocer que existen 880 mil madres solteras en nuestro país, de las cuales 9 de cada 10 son menores de 18 años, cifras más alarmantes  que hace una década.

Dichas estadísticas se acentúan en comunidades no urbanas y ello obedece a que las posibilidades de realización y superación de la mujer se ven mermadas considerablemente: Pocas escuelas, poco trabajo, nulas opciones de crecimiento profesional.

Si la persona desea estudiar preparatoria, ya no hablar de la carrera y sería utópico pronunciar postgrado, tendría que mudarse a las capitales. Lo que implica dinero, no solo para costear los gastos propios de la subsistencia en otra localidad, también los propios de la educación, los que no son nada accesibles a nivel superior.

Si bien la vida digna, se ostenta como un derecho humano internacionalmente reconocido, considero que la familia debe hacer lo propio y no esperar a que papá gobierno resuelva tremenda problemática, hay enseñanzas irremplazables que ni la mejor administración pública puede proporcionar.

Aquellas que se trasmiten en los hogares, a reserva de verme moralista, hoy en día nuestros jóvenes confunden libertad con libertinaje, les gusta hacer pero no pagar las consecuencias de sus actos. Fácil es concebir un hijo o dos o los que sean, para que se vuelvan uno más de las cifras de niños de la calle y entonces la culpa es de….. ¡el gobierno! Por no implementar políticas públicas que erradiquen la pobreza y la desigualdad. No estoy de acuerdo con dicha postura.

A la familia le toca ampliarles los horizontes a sus hijos, fomentarles el gusto por el estudio y la superación profesional, o ya mínimo el gusto por la lectura en vez de por la parranda.

Al gobierno le toca volver accesible, tanto en lo económico, como en lo administrativo, el sistema educativo para que efectivamente sean reales y posibles las oportunidades de estudio y posteriormente las de colocación laboral.

Pero no podemos esperar como sociedad, que la familia, como núcleo vital, sea omisa en su función formadora y que el gobierno supla aquello que ni en casa se pudo otorgar

En 27 años, hemos pasado de Solidaridad a Progresa, Oportunidades y Prospera. No obstante las cifras son más gélidas que un iceberg: nos delatan, no hay tal progreso aludido por dichos programas sociales.

A los que les convenga, en cierto periodo del gobierno, afirmarán enérgicos que todo es culpa de la administración en turno, por corrupta y demás vituperios.

Cuando no les conviene se hacen los desentendidos y cambian la temática del discurso, lo cierto es que, independientemente del color del partido gobernante, se han puesto en marcha diversos programas sociales y educativos, y que es relativamente fácil evaluar a los gobiernos pero, ¿quién evalúa la actuación de los padres de familia? y ¿quién les demanda que enderecen sus pasos en beneficio de sus hijos?

 

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