Por Eduardo Rivas Martínez
Por Eduardo Rivas Martínez

El Marqués de Sade (1740-1814) es un personaje muy polémico, incluso hoy, dos siglos después de que murió, sus obras siguen generando rubor a muchas personas. La forma explícita en que relata prácticas sexuales extremas, su negación a un Dios, su aprobación y fomento a toda clase de vicios y excesos, entre otras cosas, hizo que pasara gran parte de su vida tras las rejas.
Una de sus obras más populares, es «Historia de Julieta» o también llamada «la prosperidad del vicio», donde relata la vida de una jovencita llamada Julieta, que al ser internada en un convento, es influenciada por una mujer que le enseña su filosofía de vida, llena de inmoralidad y encumbrando como el más alto valor al vicio, pasado el tiempo Julieta tiene que salir del monasterio y al entregarse por gusto a la prostitución, llega a ser cómplice de graves delitos.
En una ocasión, conoce a un hombre francés llamado Dorval, quién es ladrón profesional, y usa a rameras como Julieta, para robar a acaudalados extranjeros después de ganarse su confianza y llevarlos a su casa con engaños.
Dorval, quien además se siente excitado con el robo, explica su forma de pensar y la justificación que según él le ha conferido la naturaleza. Esta forma de pensar, ve al contrato social contrastado con la realidad humana de la desigualdad física innata. «Un solo rasgo, amigas mías, diferencia a los hombres en la infancia de las sociedades: es la fuerza.» Así comienza Dorval a explicar que el robo es solo una reacción natural a la desigualdad, dice que la lesión que se le causa al débil, lo obliga a buscar venganza a través de la astucia, para tener de nuevo en posesión lo que por la fuerza le ha sido quitado.
Después pasa a abordar el robo una vez que es regulado por las normas positivas, y explica que el Derecho, como creación humana, encuentra su justificación en un contrato social, pero distinto a la concepción tradicional que de él se tiene, pues dice que la única razón por la que personas con distintos intereses, distintas fuerzas y diferentes ambiciones se pusieron de acuerdo, fue por que vieron en el contrato social una posibilidad de aumentar su poder, por ejemplo, dice que «el débil consintió en la pérdida de una parte de su libertad para conservar la otra» para que no le fuera arrebatada en su totalidad por parte de quien ejerce en él una fuerza física obligándolo a obedecer sus deseos, y a su vez el más fuerte consintió en crear las leyes, porque estaba seguro de sustraerse de las mismas.

En ese momento fue cuando se crearon las leyes, llegando a existir dos clases de personas, las que cedían una cuarta parte de su libertad, para proteger las otras tres cuartas partes, y el segundo grupo, quienes aprovechándose de esa cuarta parte cedida estaban seguros de poder disponer de las otras tres cuartas partes cuando quisieran y evitar que entre los débiles se despojaran entre sí, para así poder despojarlos a todos con más facilidad. Así, en palabras del Marqués de Sade, «la única institución de la naturaleza, no pudo ser proscrito de la superficie de la tierra: se robó jurídicamente.»

 

Nuestro mencionado autor, dice que si la propia naturaleza ha dado a unos las necesidades, y a su vez las armas para robar, no se puede castigar por hacerlo, más aun cuando existen funcionarios que por medio de normas jurídicas roban, así cuando un empobrecido campesino, sin alimento  decide robar no hay por qué castigarlo, pues la miseria en la que vive no es por elección. «Nada se hace sin necesidad, todo es necesario en el mundo; por tanto, la necesidad justifica todo, y desde que una acción demuestra que es necesaria, desde ese momento no puede ser considerada como infame».

 

El robo -parafraseando al Marqués- no es más que una herramienta que usa la naturaleza para mantener un equilibrio entre los fuertes y los débiles, «si el fuerte parece que perturba el orden robando al que está situado por debajo de él, el débil lo restablece robando a los superiores, y así los dos sirven a la naturaleza». Dentro de la crítica que hace al sistema de derecho, también aborda el derecho a la propiedad privada, pues refiere que no hay una propiedad legítimamente establecida, no hay un daño, por tanto el robo no puede tipificarse como un delito.

 

Sin duda la perspectiva que nos presenta el libro «la prosperidad del vicio» es difícil de comprender en un Estado de Derecho, sin embargo, la crítica que realiza es bastante interesante, el derecho natural tradicional muestra generalmente que todas las personas son iguales, la visión del Marqués tiene otra óptica que nos deja una reflexión con nuestro país y las desigualdades que, si bien han existido ancestralmente, también se han permitido y mantenido a través del tiempo, ¿será que como piensa el Marqués de Sade son legítimas?

 

twitter: @eduardorivas

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