:ULTIMALETRA ES IMAGEN:.

El cosquilleo se siente en el estómago al verla. El corazón se acelera. Siempre me ha pasado así. Incluso cuando religiosamente la visitaba semana con semana; la emoción nunca languideció.
La México es emoción constante, asombro permanente, pasión incesante. Pocas plazas del mundo tienen esa magia que nos hechiza a los aficionados y que engancha a los profesionales del ruedo.
El pasado 30 de noviembre acudí puntual a una importante cita taurina en el gran coso de Insurgentes: la primera encerrona del legendario Eulalio López “Zotoluco” y la primera que se gestaría en su inmortal ruedo desde 1985.
Como para todo hay una primera vez, esta fue para mi la ocasión para presenciar por vez primera el osado reto de un matador de toros, quien solo, se enfrentaba a seis reses bravas.
Zotoluco es un torero que despierta pasiones, que divide, polemiza. No hay medias tintas entorno a él: lo odias o lo amas.
Sus fans, los “zotoluquistas”, respondieron al llamado de la figura del toreo. Algunos dudaban de su poder de convocatoria, puesto que llenar La México (a la que le caben casi 50 mil almas) no es empresa fácil y que sólo unos cuantos logran con facilidad. Tristemente, no muchas figuras mexicanas tienen ese talento: La México garantiza lleno cuando aparecen en los carteles los nombres de Julian López “El Juli”, Enrique Ponce, José Tomás y el gran consentido, Pablo Hermoso de Mendoza.
Pero Zotoluco logró gran respuesta de la afición. La Plaza estuvo a poco más de tres cuartos.
Se respiraba en los tendidos gran expectación. Algunos recordaban la gran hazaña cuando se enfrentó a seis Miuras y triunfó.
Previo a su encerrona, habían realizado un reto similar en el ruedo de La México: Fermín Espinosa Armillita, Manuel Capetillo, Manolo Martínez y Eloy Cavazos. Entre tragos de vino y humo de puro, los asiduos a los tendidos recordaban las legendarias e intensas encerronas de Manolo Martínez, esas que definió Arturo Macías como “de locura”.
El ambiente estaba caliente. Todo estaba listo para que Zotoluco saliera al ruedo.
Cuando lo hizo, el gran y sonoro “¡Olé!” retumbó en todos los rincones de La México.
Y así comenzó la histórica tarde donde se enfrentaría a toros de Xajay, Fernando de la Mora, Jaral de Peñas, Montecristo, Marrón y Pozo Hondo.
Tres de los toros llevaban nombres alusivos a personajes creados por el recién fallecido Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”: Sin querer queriendo, Chapulín y Chespirito.
El primero, Sin querer queriendo,de la ganadería Marrón derribó al picador del caballo. Zotoluco toreó con suavidad y distancia, pegó muletazos por ambos lados y terminó con una estocada completa, pero un poco caída.
En el segundo, Chapulín, de Javier Garfías, aunque pudo hacer muy poco con el capote, destacó con unas navarras y una media verónica que le dieron su primer oreja de la tarde. López brindó esa actuación en homenaje Chespirito y su familia.
Zotoluco recibió de rodillas con una larga cerca de las tablas a Río Dulce, de la ganadería de Jaral de Peñas. El astado salió con la cabeza a media altura y no se prestó para el lucimiento con la capa del diestro; finalizó con una estocada caída para recibir algunas palmas del público.
Para sorpresa de muchos, se dejó ver al famoso “Piojo”, Miguel Herrera, técnico de la selección mexicana, a quien Zotoluco le brindó el cuarto ejemplar, de la ganadería Montecristo, de nombre Chespirito. El toro no se empleó a fondo en la muleta, pero el Zotoluco logró conectar derechazos buenos y con la mano muy baja, finalizó con tres cuartos de estocada, para sólo recibir aplausos, pero se quedó sin apéndice.
El quinto, Mandamás, de la ganadería de Xajay, se prestó para el lucimiento con el capote del Zotoluco, quien lo toreó con solera a la verónica, rematando con una media de cartel, para llevarse la segunda oreja que tuvo en la tarde. Este toro lo brindó de manera emotiva a su esposa Leticia y a sus hijos Álvaro y José María; en esta faena, conectó muletazos de rodillas.
Venadito, de Fernando de la Mora, fue el último de la tarde y Zotoluco lo recibió con dos largas de rodillas pegado a tablas que fueron coreadas, y después lanceó a pies juntos y remató soltando una punta del capote.
A mi parecer, hubo más torero que toros, salvo por el ejemplar de Xajay que fue lo más rescatable, en una tarde que pintaba para más pero donde el talento de Zotoluco brilló lo necesario para salir en hombros, a pesar de los malos toros.
Zotoluco demostró su lugar como la gran figura taurina que es: 28 años de matador y más de 1,100 corridas. Lo consolidó como uno de los mexicanos más populares entre la afición además de comprobar que hay Zotoluco para mucho rato más.
ULTIMALETRA
Le mando un saludo a un grande del ruedo de la cocina: el buen amigo Pirrín Méndez, mandamás del legendario Pam Pam quien me distingue por ser uno de mis seis lectores. ¡Un abrazo!