La Vocal Muda

Por Ramón Gerónimo Olvera
Por Ramón Gerónimo Olvera

A riesgo de sonar religioso sin serlo, debo decir que el dolor nos redime. En la sociedad actual donde el hedonismo se trivializó en el hipercapitalismo, todo se ha vuelto desechable y si está emparentado con el dolor más aún. El espejismo de desaparecer el dolor de la escala social ha traído una consecuencia directa: se fulmina el esfuerzo y con ello desaparece la voluntad. Negar la dimensión del dolor a los hijos es una forma segura de arrojarlos a los peores infortunios de la vida. El bebé antes probar la delicia de morder una manzana tuvo que vérselas con las punzadas y calamidades para que nacieran los dientes. Es peligroso aparentar que el sufrimiento no existe, de lo que la vida trata –y ahora me pongo hasta estoico- es de tener el temple para capotear las adversidades y no escondiéndose de ellas bajo ocurrencias tan nefastas como la superación personal o abandonar una crisis de Estado para irse a China.

En la construcción social que propone la industria del espectáculo, se trata de anular mediante la frivolidad la auténticas dimensiones humanas. El fin de la idea de sacrificio –relacionada a una religiosidad profunda más allá de membretes de denominación- nos ha llevado a negar nuestra animalidad, con su sana reacción de conservación pero también ha aislado los poderes de la razón para para edificar respuestas ante el sufrimiento.

Quitar al dolor en la civilización es aterrador: significa la negación del prójimo. De ahí que se nos vuelva “normal” que tras la búsqueda de 44 personas, aparezcan cuerpos en las fosas clandestinas o que sea cosa de vida cotidiana saber que tenemos niños que duermen en la calle y tienen el cerebro desecho por inhalar resistol. En esta negación de nuestra animalidad racional, nos encontramos con jumentos que repiten sin reparar: que un toro vale igual que un ser humano o que un novillo es un bebé. Actos de auténtica barbarie, a nombre de un estólido “humanismo” del siglo XXI.

No propongo para la vida una inmensa cadena de espinas y pesares, mal haría en estos momentos de mi vida en que atravieso una etapa plena y luminosa, sino asumir como principio de vida aquello que dice Joaquín Sabina “que no te vendan amor sin espinas”.

La vocal muda por supuesto se compromete a escribir algo sobre Vicente Leñero en la próxima entrega.

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